Los rescatadores de coches de época
Este impresionante Studebaker del color de la noche cruzó el Atlántico en 1936 desde la fábrica de la legendaria marca estadounidense de coches en South Bend, en el estado de Indiana, hasta desembarcar en el puerto de Tánger. Su destino era un concesionario en Larache, allí se matriculó con las letras ME, (Marruecos Español) y poco después lo compraron unos españoles, que lo rematricularon en Ceuta en 1947.
Desde entonces solo ha vuelto a salir a la carretera para pasear por Ceuta en este ya tradicional Rally de Coches de Época Ciudad de Ceuta, que hoy un año más vuelve a recorrer la ciudad y, lo más importante, lucir estas maravillas en su hábitat: la carretera. La última vez que viajó con este vehículo, la única de hecho, fue en 2014 a un encuentro en Tánger. “Una maravilla”, recuerda, aunque la conducción, como pueden imaginar, es cualquier cosa menos sencilla. “Te puedes imaginar, un coche de casi 85 años, la conducción es brusca, la dirección es muy dura, sobre todo en parado y una vez que empieza andar no lo notas, pero para maniobrar es muy complicado; los frenos por supuesto no llevan servo y tienes que pisar bastante fuerte”, detalla, “y lo más que he alcanzado yo han sido 70 u 80 kilómetros por hora, es un coche para relajarte, para ver el paisaje sin prisa, por eso antes no había apenas accidentes”.
Y no es el único tesoro de época que ha recuperado Mora. Su coqueto Renault Dauphine, de un intenso añil, brilla bajo la lluvia con su línea estilizada haciendo honor al ‘dauphine’ con el que le bautizaron (delfina en francés), aunque en realidad su nombre haga referencia a la heredera al trono de Francia. Cuatro cilindros en línea de 1956, explica orgulloso su dueño, su salvador.
“Si no lo salvas se mueren”, explica Mora, al que le duele que se pierda la memoria de Ceuta, no solo los coches de época, sino, por ejemplo los balcones de algunos de los edificios antiguos derruidos en la ciudad, como los del número 1 de la calle Real. Aun le duele una de esas joyas que no pudo salvar. Cuando encontró el Studebaker en los viejos garajes Continental, dormía a su lado la vieja ‘rutera’ (microbús) de la Sociedad Deportiva Ceuta. “Aquello era una maravilla, estaba completo, con sus asientos de madera, preciso, cuando sacamos el Studebaker fuimos a buscarlo, pero ya era tarde”. La excavadora que se encargaba de la demolición del edificio no tuvo piedad y lo convirtió en un amasijo de hierros que acabó en Santa Catalina.
“Llevo arreglando motos desde los 18 años y tengo 63, toda una vida”, se ríe Teruel. “Conducirlas es muy complicado”, admite, “pero me encanta”. Tanto que tenía una moto moderna y la vendió, ahora solo conduce motos clásicas Su trabajo es ahora más sencillo, el afán por repera estas motos clásicas se ha extendido y es fácil encontrar piezas. “Pero para dejarlas así, la ‘pechá’ que te das de chapa, no veas, ten en cuenta que yo empiezo de cero, hay que hacer el motor completo”.
Muchos de los vehículos, algunos de ellos verdaderas piezas de museo, casi todos salvados de la chatarra por estos rescatadores de la memoria de la carretera, lucen hoy orgullosos, con esa elegancia que da la edad, en la plaza Nelson Mandela. En unos minutos sus motores volverán a rugir como recién salidos de fábrica, dispuestos a recorrer Ceuta en parsimonioso rally. Hoy es su día. Hoy vuelven a la carretera.