La ‘zona gris’ que acecha a Ceuta y Melilla. Claves para entender la estrategia de Marruecos

La ‘zona gris’ que acecha a Ceuta y Melilla. Claves para entender la estrategia de Marruecos
Imagen de Mohamed VI en un billete
Imagen de Mohamed VI en un billete

Los expertos en geopolítica Josep Baqués, Manuel R. Torres, Javier Jordán y Guillem Colom desvelan ‘Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la zona gris”.


La guerra híbrida se hace como que no va contigo. Es la guerra que no lo parece pero casi lo es. Parece un chiste de Gila pero no es ninguna broma. La guerra híbrida es todo aquello que puedes hacer antes de la guerra: desestabilizar, incordiar, condicionar, presionar, azuzar… Las posibilidades son infinitas dependiendo de lo maquiavélica que sea la imaginación del atacante, y, esto es muy importante, sin recurrir a medios militares. Es la guerra por otros medios y sin disparar un tiro.

Para los expertos Josep Baqués, Manuel R. Torres, Javier Jordán y Guillem Colom no caben demasiadas dudas de que Marruecos lleva mucho tiempo moviéndose en lo que se conoce como “zona gris”, con maniobras que encajan en un modelo de estrategia híbrida con la que buscan asfixiar la economía de Ceuta, desbordar sus servicios públicos especialmente en materia de inmigración y minar la moral de los ceutíes. Así lo argumentan en su informe para el Instituto de Seguridad y Cultura ‘Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la zona gris”:  “La posibilidad de que Marruecos esté desplegando una estrategia híbrida bajo el formato de la zona gris, con la mirada puesta en hacerse con la soberanía de Ceuta y Melilla sin forzar una guerra abierta constituye, como mínimo, una de las hipótesis de trabajo más verosímiles que se pueden plantear al respecto”, concluye el informe,  que este viernes presentaban dos de sus cuatro autores en el Campus de Ceuta de la mano del Observatorio de la Cultura, que dirige Carlos Echeverria.  

A su juicio, la estrategia de Marruecos encaja como un guante en la guerra híbrida. Trata, con mayor o menor éxito, de “ampararse en la ambigüedad para, de ese modo dificultar la atribución de sus acciones. Por otro lado, añaden, para poder hablar de la existencia de una zona gris es preciso constatar la existencia de un móvil de cierta enjundia geopolítica, vinculada a lógicas revisionistas. “La pretensión de Marruecos de anexionarse Ceuta y Melilla encaja a la perfección en ese esquema”. 

La zona gris es todo aquello que hay entre la paz y las buenas relaciones cordiales entre dos países hasta la guerra entre ellos. Que no haya guerra no significa que haya paz. 

Y si los expertos del Instituto de Seguridad y Cultura no tienen muchas dudas sobre la estrategia de Marruecos, los ceutíes menos. Aunque nadie (o casi nadie) supiera que eso se llama guerra hibrida, los ceutíes y melillenses lo conocen bien. En los últimos años han sido testigos de cómo Marruecos daba una vuelta de tuerca tras otra para hacer la vida un poco más difícil a las ciudades autónomas: el aumento de la presión migratoria coincidiendo con negociaciones o tensiones con Marruecos, el cierre unilateral de la aduana de Melilla en 2018; en 2019 Marruecos puso fin al porteo de mercancías y en febrero de 2020 vetó la entrada del pescado que llegaba a Ceuta desde la lonja de Mdiq (Rincón)… Así hasta llegar al lunes 17 de mayo de 2021 en el que quedó meriianadamte claro cual era la estrategia marroquí. 

Aquella tarde una multitud desbordaba la frontera del Tarajal. Parecía una invasión pero no lo era. No eran soldados sino gente corriente que huía de la miseria utilizados como proyectiles por su propio país para desestabilizar a Ceuta y asustar a los ceutíes. Una oscura maniobra en la zona gris, una estrategia híbrida en todo su esplendor. Disparando seres humanos mientras miras para otro lado, desesperando al desprevenido enemigo. Un ejemplo que ya ha creado escuela. Que se lo digan a Polonia.

¿Qué es la zona gris?

Pero qué es exactamente esa “zona gris” en la que se mueve Marruecos alrededor de Ceuta y Melilla. La zona gris es todo aquello que hay entre la paz y las buenas relaciones cordiales entre dos países hasta la guerra entre ellos. Que no haya guerra no significa que haya paz. 

Pero, advierte Josep Baqués, responsable de delimitar el marco teórico en el informe del Instituto de Seguridad y Cultura, es necesario no confundir la zona gris con la guerra híbrida. “En realidad, la zona gris no puede ser una guerra híbrida, por la sencilla razón de que no es una guerra. Y no lo es porque en su propia filosofía está el no cruzar las líneas rojas que podrían conducir a activar la respuesta prevista en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas (legítima defensa en caso de ser objeto de un “ataque armado” por parte de otro Estado). Cualquier apuesta por encima de ese umbral queda fuera del campo de análisis de la zona gris” La frontera es difusa y peligrosamente engañosa, matiza Baqués: “La zona gris pretende, alcanzar fines similares a los de una guerra, pero sin guerra. Asimismo, tiene sentido plantear que la zona gris es una estrategia híbrida (o que el Estado que la sufre pueda interpretarla como una amenaza híbrida).”

Los expertos calculan que Marruecos entró hace 46 años, un mes y un día, en la zona gris con las dos ciudades autónomas, que a estas alturas sobra decir que considera suyas y “ocupadas” por España.

La clave para diferenciar entre la zona gris y la guerra híbrida, su siguiente escalón, es la prisa, la urgencia del atacante. “La guerra (híbrida o convencional) es la última ratio cuando un actor se halla en una situación desesperada, o bien cuando su motivación por alcanzar los objetivos pergeñados escala entre sus prioridades; mientras que la zona gris es una estrategia que cobra sentido y rinde sus mejores dividendos cuando la insatisfacción con el orden vigente es tal que genera ansias revisionistas, pero sin que ello requiera una escalada bélica. De nuevo, en el caso de Ceuta y Melilla se dan estas circunstancias. Marruecos insiste en su soberanía sobre ambas ciudades españolas, así como sobre los demás territorios adyacentes, incluyendo islas, peñones y sus aguas territoriales. Lo viene haciendo desde tiempo atrás. Sin prisas, asumiendo que factores como el demográfico pueden jugar, cada vez más, a su favor”.

Tirar la piedra y esconder la mano

La ambigüedad es la clave, un terreno resbaladizo en el que Marruecos es un maestro del arte del birlibirloque. “La ambigüedad tiene por objeto dificultar la atribución, de manera que el Estado que promueve esas acciones en zona gris pueda pasar inadvertido y, de no ser así, pueda alegar ignorancia. Eso se logra mediante el empleo de proxies o mediante la instrumentalización de civiles que no responden a órdenes directas del Estado. Aunque en el caso de que el Estado sí emplee agentes propios (funcionarios públicos, incluso pertenecientes a institutos armados) esa ambigüedad también puede ser aprovechada para alegar que la conducta de esos agentes carece de conexión con dicho móvil”. Una explicación que encajaba perfección con lo vivido en Ceuta durante la crisis de mayo.

Casi medio siglo en la zona gris

Los expertos calculan que Marruecos entró hace 46 años, un mes y un día, en la zona gris con las dos ciudades autónomas, que a estas alturas sobra decir que considera suyas y “ocupadas” por España. “En nuestra opinión, hay tres episodios históricos encuadrables en la zona gris. El más claro fue la Marcha Verde en 1975. Otro de carácter más dudoso -por desconocer las verdaderas intenciones de Marruecos- fue la crisis del islote Perejil en julio de 2002. Atendiendo a los hechos, quizás se trató del inicio de una táctica salami, así como de un tanteo de la voluntad política española, aunque para llegar a una conclusión definitiva haría falta conocer los auténticos motivos de los responsables marroquíes. El tercero, más reciente, fue la entrada de miles de personas espoleadas por las autoridades marroquíes en la ciudad de Ceuta en mayo de 2021. Una acción enmarcada en el progresivo deterioro de las relaciones entre Rabat y Madrid, acentuado tras la acogida en un hospital de Logroño del secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali.” Pero los episodios entre tanto han sido muchos y variados.

La clave, recuerda el estudio está en los puntos de fricción en las relaciones entre España y Marruecos y ahí es donde Rabat pone el dedo en la llaga: “Desde una perspectiva general, Rabat procura influir sobre la acción exterior española utilizando como palanca el control del flujo migratorio, la cooperación antiterrorista o la ratificación periódica de los acuerdos pesqueros con la Unión Europea. Que esos aspectos relevantes para España sean utilizados por nuestro vecino como herramienta de presión y moneda de cambio resulta compatible con la competencia pacífica. La paz no es sinónimo de armonía en las relaciones entre Estados”.

El episodio de Ceuta en mayo pasado ha sido una llamada de atención al respecto; un aldabonazo para retomar la iniciativa, competir con medios legítimos, y reconocer el valor que ambas ciudades tienen —y pueden aportar— para el conjunto de España.”

Las cuatro tonalidades del gris

Según los cálculos del informe sobre las pretensiones de Marruecos, Ceuta y Melilla llevarían casi medio siglo sitiadas por esa difusa y casi invisible nube gris de la que hablan los expertos en geoestrategia. Esto es un proceso lento, paciente. Aquí la prisa mata y Marruecos sabe de eso. 

Javier Jordán, encargado de explicar la naturaleza de una estrategia híbrida precisa que “la coerción en la zona gris no se ejerce de un único modo. Se efectúa a través de un continuum, que permite distinguir cuatro niveles de escalada en términos de atribución e intensidad en el ejercicio del poder: configuración del entorno, interferencia, desestabilización y empleo limitado y directo de la fuerza”.

Llamada de atención

Pero, pese a los 46 años, un mes y un día de lenta y pausada guerra híbrida que calcula el informe y pese a la larga sucesión de medidas aplicadas por Marruecos durante estos años destinadas a recortar las economías de Ceuta y Melilla o el simulacro de invasión durante la crisis de mayo, el informe concluye que estamos todavía en la primera fase, de configuración del entorno. 

Pero no cabe relajarse, avisa el informe. Marruecos no tiene prisa, pero tampoco pausa. “En cualquier caso es recomendable que las autoridades españolas consideren la perspectiva de lo híbrido al analizar la política marroquí hacia Ceuta y Melilla. El episodio de Ceuta en mayo pasado ha sido una llamada de atención al respecto; un aldabonazo para retomar la iniciativa, competir con medios legítimos, y reconocer el valor que ambas ciudades tienen —y pueden aportar— para el conjunto de España.”

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