Calor


Esta mañana creía que acabaría licuándome con el asfalto, eran las doce mientras guardaba cola en el cajero del banco y el anunciador electrónico  de la Constitución nos mostraba los treinta grados. Parecían muchos más, con ese poniente deseado por Manuel que nos trae el aire del Sahara, ahora que él ha huido al norte… [...]

Esta mañana creía que acabaría licuándome con el asfalto, eran las doce mientras guardaba cola en el cajero del banco y el anunciador electrónico  de la Constitución nos mostraba los treinta grados. Parecían muchos más, con ese poniente deseado por Manuel que nos trae el aire del Sahara, ahora que él ha huido al norte…

La gente buscaba la sombra precipitadamente, yo sentía que me había equivocado con el vestido, las sandalias,  el pelo… todo me daba calor, un calor asfixiante que el abanico de los chinos, comprado en un chino a ultima hora, no traía más que bocanadas de aire caliente.

Una mañana de  sábado de calles vacías, quizás por el Ramadán o por el calor, vete a saber, a la gente sensata no se le ocurre salir al mercado cuando el sol empieza a quemar de verdad.

Buscando pescado he encontrado salmontes pequeños y lenguados grandes, algunos volaores y unas almejas de carril que no darán toda su sabor teniendo en cuenta que andamos en un mes sin erre (para los que no lo sepan el marisco debe comprarse en los meses que llevan erres,  en los  otros meses se pueden comprar pero no es lo mismo)

Los pescaderos echaban hielo al pescado, costumbre que jamás me gustó pero visto lo visto, que allí el calor puede llegar a los cuarenta grados es la única manera de evitar que se cueza.

Mientras compraba agua en un quiosco de la Gran Vía (Alcalde Sánchez Prados oficialmente)  recordaba a los compañeros  y compañeras de mi trabajo de verano; ellos y ellas están a pleno sol mientras yo me resguardo en el aire acondicionado de la caseta, pensaba en el sudor que les cae, en la manera de ducharse vestidos con la manguera del puerto para poder seguir y aguantar el sol implacable de agosto. Y en los musulmanes sin probar el agua hasta que el sol se pone con un estoicismo difícil de entender, pero con una fuerza terrible para afrontarlo. Yo los admiro:

Los veo y las veo  pintando, recogiendo basuras, barriendo las calles del centro, quitando y poniendo flores en el Paseo de las Palmeras, construyendo, limpiando barcos o acudiendo a las casas de los mayores donde hacen ayuda a domicilio, sin probar el agua….supongo que es difícil de entender. Yo sólo intento no beber ni fumar en su presencia y espero la noche no por la ruptura del ayuno sino por la tregua del sol.

Es verano, ya veis que hasta mi blog habla del tiempo.



Posted originally: 2010-08-28 23:18:59


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