Hace varias semanas en las que hablaba de la existencia política del Centro Democrático y Social (CDS) para referirme realmente a los paralelismos que yo veía con Unión Progreso y Democracia (UPyD).

Era consciente tanto de la fusión del CDS con el PP, como de la lucha judicial que se desencadenó después por parte un grupo de militantes y las resoluciones judiciales recaídas en esos casos. Hablaba de la “desaparición” del CDS tras la salida de Adolfo Suárez en términos estrictamente políticos, ya que desde entonces el CDS dejó de tener relevancia en la política nacional y se quedó reducido a una serie de reductos en algunos ayuntamientos.

La reacción de algunos de los militantes del comatoso CDS no se hizo esperar en mi blog y llenaron los comentarios de apreciaciones de todo tipo, siendo las que más gracias me hicieron las que me acusaban de tener intereses o las que auguraban que iban a dar la sorpresa próximamente.

Una de las cosas más llamativas, de todas formas, era que esos comentaristas no se daban cuenta de que todo su programa político se reduce a reclamar su existencia como partido, en decir que no han desaparecido y que el CDS sigue perviviendo o sobreviviendo en los arrabales de la política española.

El otro aspecto es que da la impresión de que no se han dado cuenta que esas siglas no funcionan sin la persona a la que daban cobertura electoral: Adolfo Suárez. El CDS fue la plataforma política del ex Presidente y solamente como tal tenía sentido su existencia. Ahora los militantes actuales del CDS andan por páginas y blogs reclamando la existencia de su partido, algo realmente sintomático de que uno se encuentra en los márgenes de la política.

La ‘desaparición’ fáctica del CDS demuestra que era una simple plataforma electoral, lo que guste o no guste no son ni el PSOE, ni el PP, ni IU, que han continuado viendo desfilar distintos líderes y continuando, con éxitos y fracasos electorales, pero no poniéndose en peligro su existencia.