Malasia no es Irán. Desde su independencia de los británicos en 1957, esta nación del sureste asiático se enorgullece de la convivencia entre malayos musulmanes, chinos budistas, hindúes y cristianos. Espoleada por los hábiles empresarios chinos y apoyada en la industria tecnológica y los recursos naturales que explotan las compañías estatales -como petróleo, gas y madera- la economía ha crecido un 7 por ciento anual hasta convertir a Malasia en el segundo país más próspero y estable del sureste asiático, a bastante distancia de Singapur pero muy por delante de Tailandia e Indonesia.
Esta puj...