Añoraba el Chelsea un jugador imaginativo, un futbolista capaz de romper la última línea con una genialidad y voltear los partidos de un plumazo. Desde la marcha del virtuoso Gianfranco Zola, héroe de la hinchada de Stamford Bridge en la recta final de los noventa, la inspiración de los
blues quedó a un lado para dar paso a una versión metalúrgica labrada por José Mourinho, perpetuada con algunos matices por sus sucesores y que, esta temporada, parece llegar a su fin con la llegada del técnico Andre Villas-Boas al banquillo del equipo. Le ha costado carburar al nuevo Chelsea, remolón en las dos primeras jornadas (un empate ante el Stoke City y un triunfo muy apurado contra el West Bromwich), pero que ha encontrado una bendición en la llegada de Juan Mata a su pizarra. El español, que se estrenó con un gol frente al Norwich City solo tres días después de aterrizar en el club, ha insuflado un soplo de aire fresco al ataque de los
blues, mermado en los últimos cursos por la decadencia física de Drogba y la desaparición progresiva de Lampard, cada vez con menos gasolina.