No es que se me haya  agotado la inspiración bloguera en estos días sino que me ha entrado un virus. Sí, uno de esos virus de internet. Yo me lo imagino viscoso, con patitas de bolas de polvo, arañando mis archivos y recorriendo el alma de mi ordenador, disfrutando con cada bolqueo, no me deja abrir el word… condenandome a ser una vogeur en la red…

Me tiene sin mi word, el programa que me deja decir lo que creo y pienso, tan necesario para mi, pues nada,  no me deja. Sólo me autoriza a navegar, a mirar,  bicharear como una curiosa más sin actualizar mi blog y andar con vosotros.

El Friqui de la esquina, un chaval joven , encantador, blanco de no acariciarle jamás el sol, con un perro que se parece a él y que tiene una tienda de informática caótica pero barata y efectiva me ha explicado que no es un virus sino un extorsionador. Es decir, que se hace pasar por virus y me pide el número de mi tarjeta y una suma alta por librarme de tan tremenda infeción, que no existe pero da la lata.

El caso es que acabaremos mi ordenador y yo en la tienda del Friqui, porque por más antivirus que él me regala, como no es un virus pues mi ordenador  no lo ve. Así que un día de estos le llevaré mi torre para que me la deje nueva.

Me da pena prescindir de mi torre y que otras manos la toque y entre en sus archivos, en mis palabras, en las ideas que escribo, las que publico y sobretodo en  las que callo. Pero conociendo al informatico de la esquina sé que no le interesa lo más mínimo lo que yo haya guardado celosamente.

Así que si veis que falto, que escribo menos, o que mi letra es distinta o no puedo colgar fotos es por el no virus estorsionador.

Paciencia.

Me lo repito diariamente a mí.