La izquierda local se debe una oportunidad


Andan los líderes de la izquierda local relativamente contentos estos días con lo que les han deparado las urnas. Llama poderosamente la atención. No hay motivo. La progresía local enfrenta la que será su tercera legislatura en minoría absolutísima. Los tiempos en los que lograba gobernar esta ciudad empiezan a ser un nebuloso recuerdo en la mente de los más viejos y una leyenda para los más jóvenes. Y a juzgar por las declaraciones, e incluso por los gestos, parece no importarles. Quizás no se hayan dado cuenta, pero lo que transmiten con su lenguaje corporal y verbal es que son partidos pensados para perder elecciones, al menos sólo así se explicaría semejante comodidad.


¿No me creen? Esperen a ver cómo se desuellan unos a otros en cuanto tengan la menor oportunidad en busca del espacio electoral del otro, en lugar de enfrentar con cierta unidad el gigantesco enemigo que tienen enfrente. Un enemigo que cuenta con 18 diputados de 25, que volverá a tener, salvo cosa extraña, las dos vicepresidencias de la Mesa de la Asamblea y que lleva más de diez años gobernando y conoce perfectamente, mejor que la oposición al menos, para que lado abren las puertas de la Administración local, de todos los despachos sin excepción.

La izquierda local lleva demasiado tiempo sumida en sus miserias, rebozándose con cierto gusto en sus asquerosas penurias. Sobran personalismos y faltan votos.

La legislatura pasada el PSOE tuvo una oportunidad de encabezar un proyecto de unidad y fuerte. Pasó una crisis y como cada crisis fue una oportunidad para reinventarse y refundarse. Y lo hizo, pero como quería una parte de su partido, que a juzgar por los hechos no era ni tan siquiera la mayoritaria, no hablemos ya de los votantes de izquierdas. Era la hora de liderar la izquierda local, de abrir vías de comunicación con las otras formaciones que condujeran a un PSOE realmente fuerte, a una izquierda ceutí transversal y capaz de plantar alternativa real y solvente al pluscarismático proyecto de marketing de Juan Vivas. En su lugar optó por hacer un feo congreso de refundación, opaco, oscuro que dejó fuera del salón del Tryp a algunos de los mejores hombres y mujeres no ya del PSOE sino de la izquierda local.

A Carracao le ha ido relativamente bien para el lastre que arrastraba. Más votos que Toñi Palomo (cuatro años de bregada oposición) y un concejal más. Le guste más o menos a los trece del patíbulo y le guste más o menos a Caballas, a Carracao le han legitimado las urnas. De ahora en adelante ya no vale lanzarle misiles a su entredicha legitimidad para liderar el partido. Puede ser verdad que le pusiera ahí papá, pero la ciudadanía le ha dado su apoyo. Eso es lo que hay y es lo que vale del 22-M en adelante. Bien podría también Carracao de una vez por todas acceder a las peticiones que se escuchan incluso en su comité Ejecutivo y más en el Comité Regional y desterrar los fantasmas de herencias de poder palomistas, imponer su voluntad, su deseo y el de sus bases y hacer cicatrizar esa herida abriendo las puertas a quienes en su día se cerraron sin más razón que la de una lucha de poder. Y ahí tiene una prueba dura, debe mostrar que es legítimo, que tiene madera de líder y convencer a los expulsados y a otros como León Molina que la vieron venir y no quisieron ni exponerse a la expulsión de que vuelvan a tener carnet. En las formas, quizás, esté la clave.

Pero dejemos al PSOE y volvamos a abrir la mirada a toda la izquierda. No fue posible con el PSOE en crisis, tal vez ahora sea el momento de apostar fuerte. El PSOE casi puede mirar de tú a tú a Caballas. Quizás eso haga más fácil acercar posturas, y es que hasta ahora cada vez que se hablaba de agrupar la izquierda ceutí bajo el paraguas fuerte y resistente del PSOE aparecían los complejos y los personalismos.

Y en esa unidad no puede haber exclusiones ni impedimentos personales. Hace no mucho un joven militante del PSOE me cuestionó que el PSPC y UDCE quisieran realmente integrarse en el PSOE. Puede que sea en lo único que hay unanimidad: Sí quieren.

La izquierda local debe reflexionar. Debe preguntarse hasta cuándo van a seguir poniendo en bandeja mayorías absolutísimas al PP. ¿Hasta cuando no quede nadie vivo que recuerde que un día gobernaron hombres y mujeres con ideas progresistas, con un ideario social, con políticas que recortaban las diferencias sociales y no las agrandaban? Si es así ya pueden continuar su guerra, si no, deben comenzar a hablar. Y deben hacerlo sin prisas y sin personalismos, deben mirarse a la cara como seres humanos con ideología parecida y entablar pequeños acuerdos que acaben arrojando frutos más grandes.

Carracao negó a Caballas en campaña. Nada en común, dijo. No es verdad. Basta con mirar el programa o con ver las propuestas llevadas a pleno por UDCE y PSOE en las últimas legislaturas. Son más las coincidencias que las diferencias. No se entienden tres legislaturas seguidas con la izquierda reducida a escombros fragmentados.

Muchos de sus votantes se quedan en casa por eso mismo, porque no ven una alternativa real y porque a la hora de la verdad tienen el corazón dividido entre unas siglas y otras y elegir es doloroso, más si se sabe que es para perder y que juntos habría una oportunidad.

Y no se lo deben al PSOE, ni al PSPC, ni a UDCE. Se lo deben a los miles de ceutíes que quieren otro modelo de ciudad, a los militantes de las tres formaciones y a sus votantes. A los 11.000 parados, al 40 por ciento de familias que andan con la pobreza cargada en la espalda, a los que abandonan la escuela, a los vecinos del Príncipe, de Benzú y de muchos otros barrios que no han obtenido respuestas positivas después de 10 años de gobiernos de mayoría absoluta del PP. Les deben esa oportunidad. Constrúyanla. Es su obligación.