No somos las del bizcocho

- Como decía la canción, son malos tiempos para la lírica.

Malos tiempos para la cultura. Para la educación. Para la sanidad pública. Para la asistencia social. Para las políticas de igualdad.

Se veía venir. Con una crisis internacional y un gobierno de derechas en nuestro país, era cuestión de tiempo ver por dónde iba a romperse la cuerda: por el lado de los débiles. Por el de quienes más necesitan en nuestro país de las inversiones de los fondos públicos: personas con discapacidad, dependientes, jóvenes, personas mayores y mujeres son colectivos con los que debe existir un mayor compromiso, pero un compromiso no sólo verbal, de los que estamos hartitos porque sólo quedan titulares para las hemerotecas. Hace falta un compromiso real traducido en partidas económicas a planes concretos para fomentar la igualdad en la sociedad y que el gobierno que tenemos es incapaz de ofrecer porque prefiere ayudar a sus benefactores.

Esa imagen de lo poco que le importa al gobierno del PP avanzar en una sociedad más igualitaria entre sus componentes, quedó fielmente reflejada en aquella portada en la que, de las cinco personas que acompañaban al hoy presidente del gobierno, sólo había una mujer y cuyas manos estaban adornadas por un bizcocho. Además el titular era algo así como “el futuro de España”. Ese futuro que hoy es presente pretendía y pretende relegar a las mujeres a ser las que se encarguen únicamente de hacer repostería. Y si se atavían de vez en cuando con una mantilla negra supongo que mejor.

Me niego rotundamente. Nos negamos todas las personas que creemos que las mujeres están/estamos para mucho más que para hacer bizcochos. No se han dejado la piel, y en algunos casos hasta la vida, muchas mujeres para que hoy la rancia derecha pase a intentar ningunearnos, salvo que les bailemos el agua y seamos de las “suyas”, las de la mantilla y peineta.

Si el mundo, nuestro país o nuestra ciudad han conseguido avanzar ha sido gracias a la lucha y a las reivindicaciones legítimas de personas comprometidas con lograr la igualdad entre quienes componen la sociedad: tengan el color de piel, la raza o el credo que tengan. Y con independencia de que sean mujeres u hombres.

A los malos tiempos sólo podemos ponerles buena cara. Y luchar, luchar, luchar porque lleguen los buenos. Aumentar nuestros esfuerzos. Duplicarlos. Triplicarlos. Hacer caso omiso de quienes parecen abducidos por el conformismo y seguir adelante, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo ambicionando esa igualdad y reivindicándola todo el año, aunque de momento tenemos que continuar sacrificando el doble para llegar, como mucho, la mitad de lejos; porque pese a la teoría, la realidad sigue siendo la que conocemos todas y todos, la de las mujeres que tienen que organizar sus responsabilidades como las piezas de un tetris que no acaba de encajar y cuya partida para poder tener tiempo para todo, perdemos en algunas ocasiones.