Conforme más se profundiza en la crisis económica global, más se vuelven todas las miradas hacia China. Su crecimiento económico aparece como imprescindible para sacar al mundo de la grave situación financiera en la que se encuentra, a juicio de muchos expertos. La razón, los 1,81 billones de dólares americanos de reserva de divisas que tenían en 2008, y el hecho de ser el primer tenedor de deuda pública de los EEUU. De hecho, según el Fondo Monetario Internacional, en 2006 China financió el 42% del déficit por cuenta corriente de todos los países industrializados. Sin embargo, el gigante asiático también arrastra graves problemas sociolaborales y sindicales, que deberían corregir, si quieren ganarse un puesto digno en la escena internacional.

 

China es hoy la cuarta potencia económica del mundo en PIB nominal, o la segunda en PIB corregido según poder de compra. Su crecimiento económico medio anual acumulativo desde 1978 ha sido del 9,5%. En 2007 alcanzó el 11.4%, bajando al 9% en 2009, como consecuencia de la crisis global. Su aporte al crecimiento económico mundial ha sido casi del 40%. Pero también es la que consume el 60% del petróleo mundial y la que acapara un porcentaje similar de inversiones extranjeras. Y a su vez ocupa el primer puesto de países emisores de CO₂. Su crecimiento está basado en la inversión, que en 2006 se situaba en el 44,9 del PIB. Y sobre todo en el comercio exterior, que en 2007 adelantó a EEUU como potencia exportadora del mundo, llegando a superar el 9% del total mundial. Sumando las empresas de Hong Kong, China es hoy el primer exportador mundial. Pero también necesitan importar productos del resto del mundo. Son más de 1.400 millones de personas. Por eso, el total de sus exportaciones e importaciones suponen el 65% de su PIB.

 

Cierto es que su crecimiento económico ha sacado de la pobreza absoluta a más de 400 millones de personas, pero también que su modelo de crecimiento tienen grandes desequilibrios. Primero. Un fuerte incremento de la desigualdad, que según el Banco Mundial, ha alcanzado la cifra del 0,497 de coeficiente de Gini, una de las más altas del mundo. Segundo. Su deterioro medioambiental, reconocido por las propias autoridades chinas, que son conscientes de que el aire, el agua y otros recursos naturales han sido utilizados de forma poco eficiente y sacrificados en aras del crecimiento económico. Tercero. La grave situación de la población campesina (el 40% del total), que en más de un 15% sufre desnutrición, consecuencia del agotamiento de las tierras cultivables, y que está provocando un considerable aumento de la emigración campo-ciudad, considerado ya por algunos expertos como el 'mayor fenómeno migratorio de la Historia de la humanidad'. Cuarto. Un gasto público insuficiente, que sólo llega al 20% del PIB. Quinto. Un incremento de la corrupción y la ineficacia administrativa. Sexto. Un déficit democrático importante, con falta de respeto por las minorías étnicas, entre las que se encuentran los tibetanos y uigures, de religión budista y musulmana, respectivamente, que son los que plantean mayor resistencia política; y un control absoluto del poder político por parte del Partico Comunista Chino.

 

Respecto a su situación laboral y social, los informes de la Confederación Sindical Internacional destacan un déficit de protección social importante y la vulneración de la libertad sindical y de otros derechos fundamentales del trabajo. Los centros de investigación extranjeros sitúan la tasa de paro cerca del 15%, y del 30% en el campo. Los niveles salariales son bastante bajos y están muy diversificados, según provincias y localidades. Por ejemplo, un profesional medio cobra al mes el equivalente a unos 192 euros, mientras que un ingeniero puede llegar a los 1.000 euros. La jornada de trabajo suele ser de 48 horas semanales, más horas extras. Las prestaciones sociales son muy deficientes, pues los sistemas de protección social que habían sido instituidos por los antiguos comunistas fueron desmantelados y sacrificados en aras de la competitividad. Por eso en 2007 la población campesina, la mayoría de trabajadores migrantes (unos 200 millones) y la población económicamente no activa, carecían de protección. La seguridad y salud laboral, también han sido sacrificadas en aras del desarrollo económico. En 2007 murieron en China 100.000 personas en accidentes laborales. Y en el aspecto sanitario, es uno de los peores del mundo, con más de la mitad de la población sin ningún tipo de asistencia.

 

Sin embargo, pese a estas vergüenzas y miserias, China seguirá siendo vista por la mayoría de países industrializados como la gran potencia que puede sacar al mundo de sus crisis. Aunque también podría llevarlo a su ruina, si no se controla adecuadamente su enorme potencial. Lo cierto es que debemos ayudar a que China avance económicamente, entre otras cosas porque eso también nos ayuda a nosotros. Pero también debemos exigirles un mayor control del deterioro medioambiental, una mejora sustancial en sus condiciones laborales y sociales, y sobre todo, un respeto absoluto a los derechos humanos. Sin esto, su calificación de potencia económica mundial sólo lo será por las frías cifras económicas, no por la grandeza y los valores que corresponden a un gran pueblo, heredero de una cultura milenaria.