La última medalla de la Ciudad Autónoma de Ceuta ha sido para la Policía Local. Antes ya se la dieron la Policía Nacional y a la Guardia Civil. Ya solo falta la Policía Portuaria, para así completar el elenco de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Aunque también se podría continuar con el Cuerpo de Bomberos, los guardias de seguridad, los jardineros, los trabajadores portuarios, los ambulancieros, o cualquier otro colectivo, público o privado, que se nos ocurriera. De hecho, para las medallas de la Autonomía de Ceuta se propone a la UNED y al Diario El Faro de Ceuta.

Pero es que la Delegación de Gobierno también concede unas cuantas medallas al año. Y el Ministerio de Trabajo. Y la Guardia Civil. Y el Cuerpo Nacional de Policía. Si a estas le sumamos las que concede el Ejército, pronto seremos el país con más medallas por metro cuadrado, si es que no lo somos ya. El problema es que el asunto no tiene solución, pues es consustancial a la condición humana y a una de sus miserias. La vanidad.

 

Las condecoraciones son la forma que tienen las instituciones públicas o privadas de mostrar el agradecimiento por los servicios prestados. Aunque también se pueden conceder por motivos artísticos, científicos, competitivos, o religiosos. Su historia comienza con Augusto, en el Imperio romano, continuando posteriormente en el Renacimiento y en el Siglo de Oro, y de ahí a lo que hoy conocemos.

 

De lo que se trata es de premiar, o agradecer, algún tipo de servicio especial. Algo que se salga de lo normal. Que vaya más allá del simple cumplimiento del deber, que sea de extraordinaria utilidad, o que contribuya de forma notable a mejorar el bienestar de los ciudadanos. También debe estar perfectamente identificado a quién se premia. Entre otras cosas, para poder valorar el acierto o desacierto en su concesión, y para evitar desagradables agravios comparativos. Por ejemplo, la medalla que ha concedido el Ministerio de Trabajo al empresario ceutí Pablo Belmonte. En este caso, es indudable que es un hombre trabajador y emprendedor. Nada que ver con otros empresarios locales que, además de despilfarrar la fortuna heredada, dejan perder negocios rentables, y condenan al paro a decenas de familias de forma irresponsable. Y además, con la desvergüenza de querer que sea el Estado el que pague las indemnizaciones de sus trabajadores. Truhanes.

 

Pero en nuestra ciudad se tiene tendencia a premiar a los grandes colectivos. Y si los mismos dependen, de forma directa o indirecta, de la propia institución, mejor. Así se premian ellos mismos. Es la vanidad narcisista en estado puro. La que Nietzsche definía como 'la ciega propensión a considerarse como individuo no siéndolo...'. Porque, concediendo la medalla a la Policía Local, ¿qué y a quién se premia?. ¿Al Presidente de la Ciudad?, ¿al Vicepresidente?, ¿al Consejero de Gobernación?, ¿al Superintendente?, ¿a los propios policías locales?, ¿al cumplimiento del deber por el que cobran?. Un lío y un despropósito, pues, aún reconociendo que en la policía local hay magníficos profesionales (a esos habría que premiar), tampoco deja de ser cierto que otros no lo son tanto. Y si en ocasiones realizan eficaces operativos (esto es lo que debería tener un reconocimiento), en otros momentos su actuación deja mucho que desear. Lo mismo se podría decir de la Policía Nacional, o de la Guardia Civil. Y es que la política de quedar bien con todos nunca ha dado buen resultado.

 

Otro tanto pasa con la UNED. ¿Se premia a la UNED como Universidad que presta un servicio importante a todos aquellos ciudadanos que quieren estudiar y sus labores le impiden asistir a clase?. Precisamente para eso se creó. ¿Se quiere reconocer la labor del Centro Asociado de Ceuta, que depende económicamente, en gran medida, de la propia Ciudad Autónoma?. Y si es así, ¿se pretende premiar la labor docente de los profesores tutores?, ¿acaso la de los de la sede central?, ¿o es la labor del personal administrativo y de servicios?. Aunque quizás lo que se pretende es premiar la actividad de su Director, por la labor divulgativa de Ceuta que realiza. Pues que lo digan.

 

Y respecto al Diario El Faro de Ceuta, en el que trabajan magníficos profesionales, también se podrían hacer las mismas observaciones. El hecho de que sus orígenes sean republicanos de derechas, que lo creara la burguesía comercial, y que en sus 75 años de existencia sea la primera vez que la Ciudad se digna hacerle algún tipo de reconocimiento, para mí retrata bien las intenciones de los que lo proponen. Prensa, Universidad y Policía. Los auténticos poderes que todos los políticos quieren tener de su parte.

 

Aunque, lo que de verdad nos lo haría pasar 'mazo guay', sería el poder contemplar a Juan Vivas y a José Fernández Chacón, el de la xenofobia, intercambiándose medallas mutuamente. Eso sí que podría ser noticia de telediario, y hasta portada de la prensa nacional.