Hace ya algún tiempo conocimos la noticia del acuerdo de colaboración firmado por las formaciones políticas Unión Demócrata Ceutí (UDCE) y Partido Socialista del Pueblo de Ceuta (PSPC). En principio, esto es normal en democracia. Lo que ocurre es que, en este caso, el acuerdo supone, entre otras cosas, que los militantes del PSPC ocuparán algunos puestos en los consejos de administración de las empresas municipales, aportando así a UDCE sus conocimientos y años de experiencia en política. Y eso ya no gusta a determinados sectores de la vida pública ceutí. Sobre todo a los más sectarios y recalcitrantes representantes del sector ultraconservador de los dos partidos mayoritarios, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP). Tampoco gusta a otras ilustres personalidades de la enseñanza, la cultura o la prensa. Pero sí agrada a una parte importante de la ciudadanía, que creen que de esta forma se va fiscalizar mejor el destino del dinero público.
 
Razones para oponerse ha habido unas cuantas. La más peregrina, la de que los militantes del PSPC no tienen derecho a ocupar estos puestos, al no tener representación dentro de la Asamblea de Ceuta. ¿Y qué?. ¿Acaso es que los más de siete mil votos conseguidos por ambos partidos en las últimas elecciones no les avalan suficientemente para formar una coalición que trabaje por el futuro de la Ciudad?. ¿Es que acaso hubiera sido más legítimo que UDCE hubiera recurrido a otras personas de diferentes partidos para cubrir dichos puestos, sin pacto político alguno. Pero es que además, los que dicen esto no han caído en la cuenta de que en las democracias no está claro quién tiene la legitimad de la mayoría.
Esto ya lo explicó Malatesta en su "Ley del número" y también lo reconocen los expertos en sociología electoral, que haciendo números se han dado cuenta de que el número de votantes del partido mayoritario, contando con las abstenciones, casi siempre está por debajo de la mitad del censo electoral. Si a esto le añadimos que el maquiavélico sistema de asignación de escaños en nuestra Ley electoral no sigue un sistema auténticamente proporcional, sino otro tremendamente injusto con las minorías, y vemos que el número de votantes por cada escaño conseguido por los mayoritarios es menor que el exigido a los minoritarios, entonces nos daremos cuenta que esto no son más que monsergas, más propias de personas adictas al antiguo régimen, que de auténticos demócratas.
Yo creo que la autentica razón que se esconde detrás de todas estas nimiedades la supo reflejar genialmente Vicente Álvarez, en una memorable tira humorística de la pavana, en la que mostraba a Iván y Juan Luis en forma de "moscas cojoneras" que revoloteaban alrededor de un más que atribulado Juan Vivas, recordándole que ya estaban ahí. Nadie mejor que él, que es la auténtica "mosca cojonera" de Ceuta, podría haber representado mejor la situación. Ni siquiera la afilada pluma de Carmen Echarri, otra "mosca cojonera" de antología, azote de políticos y sindicalistas de todo signo.
El dicho popular de "mosca cojonera" creo que viene de esos pequeños, pesados y tortuosos animalitos voladores del mismo nombre, que están continuamente posándose en las partes nobles de todo tipo de cuadrúpedos que, por capricho de la naturaleza, las han de mantener al aire libre. Sólo los movimientos pendulares de su cola les mantienen alejados momentáneamente. Salvo en el caso de las denominadas "jacas colinas", en los que la situación se vuelve algo difícil de aguantar, pues sus amos les cortan la cola, quizás por un concepto estético obsoleto, pero que esconde una crueldad infinita, ya que les impide alejar al bichito y, por tanto, se han de mantener en permanente excitación. Por eso tienen tanta "mala leche". Les pasa igual que a las sabandijas, que además de no tener cuello, sólo tienen "....un cefalotórax y un abdomen abultado del que cuelgan unas pequeñas patitas que le ayudan a reptar. Una ínfima protuberancia al fin de su asqueroso cuerpo indica que tuvo alguna vez una cola, que perdió en alguna refriega y que la ha dejado para siempre rabimocha", en palabras de nuestro insigne Ramón del Valle Inclán Moreda, digno heredero de su distinguido abuelo.
Pero las "moscas cojoneras" (pepito grillos para los más recatados), no son malas. A las bestias de cuatro patas les ayudan a mantener aseados sus órganos reproductores, a pesar de la pesadez; a los políticos corruptos a no perder el miedo a "ser descubiertos"; a los políticos que no son malas personas, como Juan Vivas, pero que viven "rodeados" de buitres carroñeros, a los que consiente sus tropelías, a seguir manteniendo el contacto con la realidad; y a la Democracia, con mayúscula, a conservar su vitalidad.

 

Por todas estas razones, yo me quedo con las "moscas cojoneras" y con los que permanentemente cuestionan la "razón de Estado" y el "Poder". Y no es por joder, sino porque para guardar las buenas formas y las apariencias ya tenemos a toda esa legión de aduladores, falsos periodistas, asesores, consejeros y políticos corruptos, algunos de los cuales veremos desfilar estos días por las calles de nuestra Ciudad mostrando su más fervorosa pasión por el Cristo de los pobres, pero de los que hasta las "moscas cojoneras" tienen que huir, para evitar ser envueltos por su "vomitiva baba ponzoñosa". Cosa de sabandijas.