Esta semana se ha dado a conocer la reestructuración del gobierno central. Es un gobierno para afrontar la crisis económica, nos dicen. No sé si servirá para esta tarea. Por lo pronto yo me he llevado dos alegrías y un disgusto. El disgusto. Que pongan a Manuel Chaves de Vicepresidente del Gobierno, después de lo que nos deja en Andalucía. Las alegrías. Que en la Junta de Andalucía se cambie de Presidente, después de casi 20 años. Y que del Ministerio de Fomento salga Magdalena Álvarez.

Pero no quería yo hablar de estos temas, sino de trenes y medio ambiente, ahora que con lo de la crisis financiera los gobernantes parece que se han puesto de acuerdo en que es necesario afrontar el futuro desde otra perspectiva. Y para ello he escogido el tren que cubre el trayecto desde Algeciras a Granada, que suelo usar a menudo.

 

La idea de utilizarlo me vino de un colega que me comentó que para él había sido todo un descubrimiento ir en tren desde Granada a Sevilla, a una reunión de trabajo. Siempre lo había hecho en su vehículo particular. Eran jornadas agotadoras, que además le hacían perder todo el día conduciendo. Sin embargo, en esa ocasión decidió utilizar el tren. Su sorpresa fue darse cuenta de que iba lleno. Y que, como él, otros colegas, que también viajaban con frecuencia a Sevilla, ocupaban los asientos, abrían sus portátiles y comenzaban a trabajar. El resultado fue que pudo llegar y asistir a la reunión programada. Y además aprovechar el viaje para realizar otros trabajos pendientes.

 

En mi caso, yo ya había descubierto las ventajas de utilizar los trenes de alta velocidad en determinados trayectos y circunstancias, pues ello me permitía ir realizando otras actividades, que cuando conduces no te es posible, y llegar al centro de la ciudad sin problemas. Pero no me había planteado la ventaja de utilizar los trenes también en trayectos cortos. Y ello porque, en general, se trataba de líneas poco cuidadas, con máquinas obsoletas y con demasiadas paradas intermedias. Este era el caso de la línea Algeciras Granada. Sin embargo, aunque poco han cambiado las condiciones técnicas de éste trenecito, mis circunstancias profesionales me han obligado a replantearme la situación y a escoger entre viajar conduciendo todas las semanas, o hacerlo en transporte público, ya sea en autobús, o en éste viejo tren. Para ello he analizado las ventajas e inconvenientes que me reportaban ambas situaciones y he intentado escoger la que maximizara mi utilidad. Veamos.

 

Respecto a las ventajas de viajar en vehículo particular, sólo encuentro la rapidez, la comodidad de poder hacerlo en cualquier momento y, si te gusta la soledad, el no tener que ir acompañado de ese pesado compañero de asiento, que siempre nos ha tocado a todos en alguna ocasión. Por el contrario, al ir conduciendo te cansas más, y no puedes dejar de estar pendiente de la carretera. Pero también contribuyes a que más de la mitad del total de emisiones de CO2 a la atmósfera en España se sigan produciendo por el transporte, o a que el consumo de gasolina por persona se multiplique entre 3 y 10 veces, dependiendo del modelo de vehículo que utilices. Por último, el coste es también bastante más elevado.

 

Si viajas en transporte público, el tiempo que empleas tampoco es mucho más elevado. El coste es inferior, contaminas menos, te cansas menos y, además, puedes ir contemplando el paisaje, comiéndote un bocadillo o terminando algún trabajo pendiente. Y si tienes que ir a Granada y utilizas el trenecito de Algeciras, además de ir contemplando uno de los más bellos espectáculos naturales de Andalucía, a través de varios parques naturales, como el de los Alcornocales, o el de Grazalema, también tendrás la ocasión de ir percibiendo el colorido y la alegría de cada uno de los pueblos en los que para, y de ver la enorme variedad de pasajeros que se suben y se bajan en cada una de ellas. De esta forma te darás cuenta que el tren, como el resto de transportes públicos, lo utilizan cada vez más personas, de todas las condiciones, edades y profesión. El único problema es que, cuando va lleno, a veces no hay sitio para poner las maletas, ni quedan huecos en los pasillos para pasar. Y también, que en las pendientes le cuesta trabajo tirar.

 

Pero a pesar de estos pequeños inconvenientes, yo me quedo con éste trenecito, que no deja de ser una parte de nuestra entrañable historia. A ver si ahora que, ¡por fin!, se han ido de Fomento la Magdalena y de Andalucía el Chaves, 'Pepiño' Blanco se da cuenta de que para desarrollar España no sólo hay que hacer autovías o trenes de Alta Velocidad. También hay que modernizar los trenecitos, aunque electoralmente no sea tan rentable.