Cuentan las leyendas griegas que la relación entre Ceuta y el mar comienza en el mismo momento en que Hércules, que penaba haber asesinado a su mujer e hijos en un momento de locura, apoyó sus fornidos brazos en Calpe (Gibraltar) y Abyla (el Monte Hacho), para completar uno de los doce trabajos que le habían sido encargados como condena.

Desde entonces, el mar y Ceuta han formado una simbiósis casi perfecta, un matrimonio en el que ambos se conocen perfectamente, se odian tanto como se aman, y no pueden vivir separados. Tras el hijo de Zeus, llegaron Ulises, seducido por Circe en Kalypso (Perejil) y que batalló contra Caribdis -el levante- frente a Santa Catalina. Por el mar llegaron fenicios, romanos y portugueses; por el mar partieron neardenthales a poblar Europa e inmigrantes dispuestos a buscar una oportunidad allende los mares.

El mar nos dejó historias de pescadores, que tan bien contaron Juan Díaz Fernández o Antonio Fernández Márquez. Historias de barcos que naufragaban llenando San Amaro de chapapote o Santa Isabel de cadáveres. Historias de muchachas y madres que despedían con un suspiro barcos de la Marina o de mercancías, implorando a Neptuno por un próximo abrazo.A través del mar vinieron y se fueron miles de marineros, cargados de mercancías electrónicas, tabaco americano, mantones de Manila y ron de Cuba. Leyendas negras y tristes anécdotas, como los pescadores desafortunados y nadadores imprudentes a los que el mar devoró. Historias de libertad: hoy son los hijos de Africa los que huyen del hambre mirando a Gibraltar, pero hace setenta años eran los perdedores de la guerra los que buscaron cobijo en el Estrecho para poner a salvo su vida.

Cosas de la Virgen del Carmen parando, cada dieciseis de julio, a las puertas de aquella casa de la Almadraba o Juan XXIII donde ese año faltaba alguien por primera vez. En el mar, en cada una de las olas que bañan Benítez, la Almadraba o Punta Blanca, están escritos casi tres mil años de historia. Y aún quedan algunas leyendas en vida. Me cuentan que cuando encalló el Alzahara o la indeferencia e incomprensión agotaron ayer la paciencia de cientos de pasajeros ceutíes en Algeciras (Cádiz), una voz lúgubre hizo estremecer las entrañas del Hacho. Una sombra de otro tiempo gritaba: "a mi me quitaron la nariz, pero los mios siguen por aquí"....