La ciudadanía es plenamente consciente de los resultados cosechados tras aplicar un importante paquete de reformas en los últimos años, actuaciones que no solo han logrado sacar a España de la situación extrema en la que se encontraba hace cuatro años, sino que nos ha permitido transformar la economía, recuperar la confianza de los mercados internacionales y ganar en eficacia, flexibilidad y capacidad para competir.

Sin duda alguna, sería un gran error dar marcha atrás en la reforma laboral, en la Ley de Estabilidad Presupuestaria o en la Reforma del Sistema Energético. Sería un grave error no continuar la política de reformas ejercidas por el Partido Popular.

Los españoles tenemos que decidir el 26J desde la responsabilidad entre dos modelos. Por un lado, el modelo que defendemos los que pensamos que el país continuará su tendencia alcista y de forma sostenida en los próximos años fruto de la mejora de nuestra posición competitiva y, por otro lado, los que quieren volver a otro tipo de políticas consistentes en gastar más, endeudarse, no hacer reformas o derogar las que tan buenos resultados han dado. La demagogia rancia, la que actúa con prejuicios ideológicos sin pensar en el interés general de los ciudadanos hace muchísimo daño a la sociedad, igual que la inestabilidad política y la incertidumbre.

Sin ninguna duda, cuadrar las cuentas y crear empleo es lo único que puede garantizar el futuro de nuestro sistema del bienestar, y solo una buena política económica, capaz de generar recursos suficientes, permite pagar las pensiones, los subsidios de desempleo, las rentas de inserción, las becas, la atención sanitaria y una enseñanza pública de calidad. Por todo ello los ciudadanos nos planteamos el 26J elegir entre dos modelos: el modelos de la moderación y la centralidad, que representa el PP y Mariano Rajoy, y el modelo del extremismo que ya hemos visto a donde conduce en las ciudades donde gobiernan los extremistas de izquierda. Porque hace ya un año que están gobernando ciudades como Barcelona, Madrid o Cádiz, de donde huyen los inversores o los extremistas ocupan violentamente sus calles. En definitiva, moderación o extremismo.