aburrirse

Messi es libre para aburrirse

El ritual de la salida de Argentina del túnel de vestuarios del estadio Calderón fue una exhibición de gestos superfluos. Después de un retraso muy teatral, Heinze encabezó la fila ensayando cara de cacique. Lo siguieron los compañeros para formar un círculo cerrado. La clase de montonera que sirve para que los caudillos profieran sus alocuciones. El encargado de llevar el discurso no fue ninguno de los capitanes. Fue el profesor Fernando Signorini, el excéntrico preparador físico que saltó a la fama con Menotti. De vez en cuando hablaba Heinze. Pero el que llevaba la voz cantante era Signorini. En ésas estaban los muchachos cuando por la boca del túnel apareció una figura oronda dando pasos rítmicos, sacando pecho, con aire desafiante. Era Maradona. Parte del estadio le ovacionó. Él se dirigió hacia el círculo de futbolistas como un Nerón. Mientras se aproximaba, suavizó sus gestos y se hizo un hueco como uno más. Puso su brazo derecho sobre los hombros de Higuaín y cruzó el otro brazo por encima de Messi. Así, abrazado a sus delanteros, permaneció atento a lo que decía Signorini. Durante un momento, dio la sensación de que Maradona se sentía más jugador que técnico.

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