seguí

"Seguí como siempre"

La cogió el Chori Castro y Joao no puso de morros al Camp Nou porque tenía la mirilla desviada. La grada pasó del susto a los gritos de admiración. La culpa de ello la tuvo Leo Messi, cuyo radio de acción, con más músculo que sutileza en el centro del campo, no abarcaba solo el área de ataque. El argentino bajaba a recibir, creaba, daba, regateaba. Y disparaba, por supuesto. Los "¡oooh!" del público denotaban que tenía la pelota. "La gente paga para verle a él", había dicho Guardiola un día antes, cuando se vio obligado a salir en su defensa. "Tiene un don", se reafirmaba. Por eso ironizaba sobre la sequía del diez: "Tres partidos sin marcar y ya está en crisis".

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