FIESTA

El botellón toma la ‘Tardebuena’ ceutí

El botellón toma la ‘Tardebuena’ ceutí
El buen clima ha animado a los ceutíes a retomar con fuerza la tradición de compartir y abrazarse en la calle en la tarde de Nochebuena. El ambiente de fiesta ha estado empañado por la abundancia de botellón en algunas zonas emblemático del centro.

En el templo de la bulla, verdadero manantial del río de la juerga, en la plaza -y cualquier que conozca Ceuta ya sabe- a las cinco de la tarde del día de Nochebuena no cabe ya un alfiler. Ahí lucen escote y bíceps por igual ellas y ellos, ataviados casi todo el personal con adornos navideños sobre las cabezas, lo mismo vale un gorro del icono importado de Papá Noel que una diadema con cuernos de reno. La plaza es la plaza y el centímetro cuadrado cotiza caro cuando es 24 de diciembre y la temperatura parece de abril. Los abrazos se reproducen a cada paso para sellar el reencuentro, señal de que este pueblo es como todos, pero también fiel imagen estos días de la falta de oportunidades, el desarraigo y todo eso tan pesado que sale en las noticias. Por desgracia, más abajo, mirando a la baldosa, lo que abundan son bolsas de plástico que guardan botellas de destilados y refrescos de dos litros. El botellón, ilegal, ha tomado la fiesta sin que ninguno de los muchos agentes del orden que vigilan que la fiesta no se transforme en follón haga nada. En un rato, cuando las mamás se asomen a la ventana para tocar la cacerola con el cucharón del consomé que intentará resucitar a los secundarios de ‘Walking Dead’, aparecerá o no algún operario de Trace reforzando la limpieza y la nómina a pagar por todos para evitar la insalubridad y el absoluto asco que dará el recinto público devenido en núcleo del amor y la parranda. ¿Dónde está el superintendente, Sebastián Vega, cuándo se le necesita?

El botellón va y viene, confluye en la plaza, aunque no sólo, y las calles adyacentes son un deambular de jóvenes sonrientes, seguros de que hoy es un buen día, y de que mañana existe, que portan bolsas de plástico. Pero nadie viene del Mercado, todo el mundo intenta ir a la plaza. “Overbooking”. “Está el aforo completo”, se escucha a una voz femenina que saca una botella de agua de plástico llena de un licor de color ámbar y lo vierte en un vaso de plástico. La generación más ecológicamente concienciada de la historia no aprecia la textura del buen cristal ni el tintineo del hielo contra la pared curva de una copa aderezada con cítricos. Despilfarra plástico cuando va de fiesta.

“¡Te estás quedando calvo!”, le grita un muchacho escondido en unas enormes gafas de sol a otro antes de espetarle un abrazo. “Follo más que tú”, le replica antes de pegar sus corazones.

Más atrás en el tiempo, las terrazas de los sitios con cocina lucían las etiquetas de reservado hasta la última silla, y la última silla era una salida del almacén para ganar metros de acera, comensales y caja. Hoy es el día. No hay otro.

Los villancicos sólo se escuchan precisamente en alguna de esas terrazas, cantados por bocas que sí dudan del mañana y que sí aprecian el buen cristal.

Todos quieren una foto, los móviles vuelan retratando el increíble ambiente que se monta en Ceuta unas horas antes de que Felipe vuelva a dar su discurso más difícil. Aunque a este lado del Estrecho la mayoría para entonces no va a estar en condiciones de comprender nada. Pocos eligen colarse hasta el altavoz, será que al menos tienen intención de escuchar al Rey y no quieren que le zumben los oídos. O será que aún es pronto. Más bien.

En el Ceuta Center otro local de moda compite con dignidad con ese monstruo que es la plaza. Allí hay gente, pero no es una jauría humana. Y no hay botellón.

En otra plaza, la de Menahem Gabizón ha vuelto el escenario que en la última Tardebuena antes de la pandemia ya fue objeto de polémica.

Cómo sea va cayendo la tarde y la felicidad va expandiéndose por las calles de la ciudad entre amigos. Todo el mundo apura la copa en cristal o plástico. Pronto habrá que ir a arreglar el mundo con la cuñada. Suerte ahí, porque no habrá ningún agente que impida que la cosa acabe mal. Y quien dice suerte puede, lo justifica el día, comerse una letra y decir surte. Feliz Navidad.

El botellón toma la ‘Tardebuena’ ceutí


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