No ha sido de manera conjunta, pero el fin era el mismo. La Administración local, la Delegación del Gobierno y el gremio castrense han vuelto a rendir tributo este segundo de noviembre -tal y como marcan los cánones- a nuestros coterráneos fallecidos y caídos en combate. Un año más (otro desde el regreso a esa añeja normalidad de la que tanto tiempo nos privó el coronavirus), la ciudadanía caballa se ha unido para recordar a aquellos que, por una u otra circunstancia, ya no están entre nosotros.

A diferencia de lo ocurrido, sin ir más lejos, el pasado curso, la jornada ha estado marcada por el fortísimo temporal de poniente. Tal ha sido la fuerza del viento que la Vicaría ha habido de suspender la tradicional misa de difuntos de Santa Catalina por miedo a que la carpa colocada en el lugar pudiera echar a volar (literalmente).

La gustosa encargada de abrir la veda ha sido la Comandancia General. Ni uno ni dos; ni siquiera tres: cinco actos. La institución que encabeza Marcos Llago ha organizado cinco eventos distintos para asegurarse de que todos aquellos que dieron su vida por España recibían el homenaje que, por derecho, les corresponde. La ceremonia central -la más importante- se ha desarrollado en el cementerio cristiano. Allí, el propio Llago y la plana mayor del estamento militar han rendido honores a los españoles muertos en la Guerra de África.

Del lado civil, la secuencia ha dado comienzo en la Parroquia de Santa María de África. El santuario patronal ha hecho las veces de escenario de esa eucaristía que la meteorología ha obligado a oficiar bajo techo y cuyo sermón se ha alejado de los "nombres propios" para centrarse en la totalidad de los difuntos. "Esto es por todos", pronunciaba Francisco Jesús Fernández Alcedo.

Al igual que sucediera el pasado curso, una pequeña orquesta compuesta por no más de cuatro músicos ha amenizado momentáneamente la homilía interpretando piezas tan conocidas como Hallelujah, de Leonard Cohen. Cabe mencionar que, a la ceremonia, han asistido -a resguardo de las inclemencias del tiempo- personalidades como Juan Vivas, Nabila Benzina, Pilar Orozco, Rafael García y Juan Gutiérrez. Ha sido al término de la liturgia cuando la acción se ha trasladado al camposanto.

Una vez en Santa Catalina, la comitiva se ha movido por la práctica totalidad del recinto para realizar las distintas ofrendas florales que había programadas. La primera de ellas ha sido para los republicanos fusilados en tiempos de la guerra civil y la dictadura franquista, cuyos restos mortales reposan en una fosa común situada en la parte alta de la zona.

Homenajeados los ajusticiados a manos del bando sublevado, Vivas, García y compañía han depositado otra corona de flores junto al monumento a los caídos en la Guerra de África. Inmediatamente después, ha sido el turno para los 53 ceutíes que perecieron durante el bombardeo que el bando republicano perpetró sobre el vetusto Mercado Central de Abastos en el año 1937.

La guinda la ha puesto Antonio López Sánchez-Prado. El que fuera el último alcalde de nuestra ciudad antes de la llegada al poder de Francisco Franco ha sido obsequiado con una vistosa guirnalda que las autoridades han colocado muy cuidadosamente -como siempre- a los pies del mausoleo donde descansa su cuerpo. Vivas, García y Llago se santiguaban en señal de respeto; el resto, simplemente, observaban. Así, entre baladas, oraciones, saludos militares y ofrendas, Ceuta ha honrado, un año más, a todos esos caballas cuyo recuerdo permanece imborrable en el imaginario colectivo.