Cuando de robar y trampear la ley se trata, las triquiñuelas se suceden y la creatividad es infinita. Como en el caso del detenido este miércoles, que tampoco acudió a técnicas muy sofisticadas. Su instrumento para cometer el robo se reducía a unas tijeras de las que servirse para cortar los cables de las alarmas y, a partir de ahí, tener vía libre para abastecerse de todo lo deseado.
Pero su en su última jugada se terció un imprevisto, o un tercero. En concreto, una de las empleadas del supermercado del centro que pretendía desvalijar, que lo sorprendió en plena faena con las tijeras en mano. El individuo al percatarse se le abalanzó e intentó agredirla con las tenazas para, posteriormente empujarla, tirarla al suelo y darse a la fuga.
No consiguió ninguno de sus cometidos, pues al poco fue detenido en las escolleras por agentes de la Nacional a quienes también se les resistió en el ejercicio de la detención.