CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS

Noche 7 de encierro. ¡San Viernes!

Noche 7 de encierro. ¡San Viernes!
plaza ricardo munoz bares 1280
Plaza de Ricardo Muñoz este sábado a la 1 de la madrugada.

No fueron 19 noches y 500 días. No. Fue justo al revés lo que el olvido tardó en vencer al dolor de un corazón roto, según Sabina. En este país seguramente no recordaremos esta cuarentena en días, sino en viernes, sábados, semanas santas y demás fiestas de guardar que nos saltamos por suspensión o aplazamiento inapelable. Contaremos la cuarentena en las cañas con los amigos suprimidas por Decreto Ley, los cuscús familiares de los viernes suspendidos o en cualquier otra medida de diversión homologable. En la media noche de este sábado al domingo se cumplirá una semana de Estado de Alarma. Una semana de dura adaptación a un mundo crudo, frío, difícil de digerir, que ha vaciado las calles de vida y nos ha llenado nuestra vida de tiempo. Y ayer fue la primera noche de viernes, el primer mediodía de viernes con todo cerrado.

En los sueños de los que amamos la trapisonda, la derrota del virus se representa con un bar lleno de gente y nosotros en medio echando gotículas por encima de nuestras posibilidades y sin miedo a bailar pegados la próxima

A la hora del mediodía cuando en los centros de trabajo se dan palmas, se hacen chistes malos que se ríen como si fueran buenos, se mira de reojo el reloj y se roban tantos minutos como se puedan bajo amenaza de la pena de vergüenza, este pasado viernes todo era telemático o no era. “Vamos a cerrar ya que me tengo que ir al barco”, ríe por no llorar el personal al otro lado de la llamada múltiple. Tras la risa, el deseo de que se haga realidad la broma lo antes posible.

poblado fali noche cerrado

Serán los efectos de este Gran Hermano gigante en el que nos hemos puesto a concursar para tratar de echar al Virus de la casa, pero me apetece hacerles una confesión: Los que amamos la trapisonda no soñamos con un doctor con una jeringuilla en la mano anunciando el fin de la pesadilla, la vacuna, o el medicamento definitivo que diga: “el virus va a seguir ahí, pero si lo pilláis sabemos cómo matarlo, volved a vuestras vidas; Se acabó el concurso”. No. En nuestros sueños la derrota del virus se representa con un bar lleno de gente y nosotros en medio echando gotículas por los poros por encima de nuestras posibilidades, y sin miedo a bailar pegados la próxima o a que nos chillen al oído porque la música atrona.

Mi amigo Iván Chaves me pregunta si “voy a salir hoy” –otro lugar común de cualquier viernes antes de la cuarentena-. “Sí, a tirar la basura, #IvánVuelveACasa”, le replico

Saludo al día del meneo universal en mi muro de una red social con la broma de la efeméride. “¡Vamos!¡Ya es viernes!”, difundo a sabiendas de que es uno de los mensajes que probablemente más veces a lo largo de la última década se haya repetido en estas redes y a sabiendas de que justo hoy no tiene ningún sentido.

Mi gente se lo toma bien, se ríen y me lo hacen saber. Y desde el otro lado del Atlántico, en realidad en el Pacífico, mi amigo Iván Chaves me pregunta si “voy a salir hoy” –otro lugar común de cualquier viernes antes de la cuarentena-. “Sí, a tirar la basura, #IvánVuelveACasa”, le replico.

“Tiene que existir un bar clandestino”, me asegura desesperado un hermano parrandero nato. “Y unicornios”, le digo yo

“Tiene que existir un bar clandestino”, me asegura desesperado un hermano parrandero nato. “Y unicornios”, le digo yo. ¿Están los bares cerrados? Sí. Lo comprobé ayer mismo pasada la media noche. Me fui lleno de nostalgia a los lugares de desmadre habitual y en realidad para poder decirle a Iván que no hay nada que hacer.

poblado velvet noche cerrado

En el lugar en el que cualquier otro viernes normal habría personas vestidas con intenciones de parecer guapas, entrando y saliendo de bares entre el ruido de conversaciones y la música que se escapa al abrir y cerrar las puertas para renovar la clientela, o alguien llamando a voz en grito al amigo rezagado para indicarle la siguiente barra, sólo hay lluvia y silencio este viernes.

Las calles del Poblado Marinero son como las del resto de la ciudad a esas horas. Un escenario irreal de persianas bajadas, luces y sonido apagadas y vidas aplazadas.

Toda la ciudad es un espacio vacío. Para bajar a hacer la foto se puede hacer como en las películas y no cerrar el coche con llave

El escenario es el mismo en la plaza de Ricardo Muñoz, epicentro del arranque de cualquier fiesta findesemanal y un cementerio como otro cualquiera, con sus nichos hacia el cielo, este viernes. Dentro no hay cadáveres, sólo personas dando vueltas y seguramente luchando por no acostumbrarse a la paz de estos viernes y sábados para cuando vuelva la bullanga de las gentes alegres defendiendo su plaza y su alegría.

poblado noche cerrado

Los escalones de mármol mojados por la tremenda tromba de agua que había caído instantes antes resbalan igual sin una cerveza de más y sin gente.

Toda la ciudad es un espacio vacío. Para bajar a hacer la foto se puede hacer como en las películas y no cerrar el coche con llave. En mi recorrido apenas sí me cruzo a nadie, un taxi y dos coches de policía, una moto… poco más en media hora. Ceuta como decorado, se sabe que hay vida por esa escasa actividad y por las luces en las ventanas.

O por un hombre con paraguas parado de pie en la esquina de Colón con Padilla que sigue ahí un buen rato después de la primera pasada por esa zona. No se sabe si vigila la calle innecesaria de vigilancia o si está cometiendo un pequeño acto de rebelión, desafiando el confinamiento, sin moverse de esa esquina o si espera a alguien. ¡Lo mismo es viernes y tiene una cita! Improbable.

¿Pero cuántos viernes más nos quedan con las mezquitas cerradas? ¿Cuántos fines de semana más sin el sentido de la recompensa del descanso después de una ajetreada semana? Menos si todos nos quedamos en casa

Los Bomberos tienen que atrancar el camión en medio del Revellín para atender una pequeña inundación casera provocada por la tromba. Se les ve estresados porque el agua ha provocado varias llamadas a la vez para pequeños problemas como ese y de ahí tienen que salir zumbando a otra de esas llamadas.

bomberos revellin cuarentena

Mientras toda la ciudad está compitiendo en este Gran Hermano raro, sigue siendo viernes. Y quién más quién menos ayer optó por romper la rutina con algo especial, una cerveza, una copa, un vino, una llamada para que traigan comida de fuera, un relax. "Es ¡San Viernes!", me dice un amigo.

Nadie pareció encontrar el bar clandestino, al menos no esta vez. Una hermana parrandera me confiesa su seguridad de que no le pasará nada por la pandemia: “Yo no puedo morir con los bares cerrados, por eso sé que mi hora todavía no ha llegado”.

¿Pero cuántos viernes más nos quedan con las mezquitas cerradas? ¿Cuántos fines de semana más sin el sentido de la recompensa del descanso después de una ajetreada semana? Menos si todos nos quedamos en casa.

cerveza vertical

Noche 7 de encierro. ¡San Viernes!


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