Investigadores del CSIC en la cueva de Altamira.
Si las pinturas rupestres de Altamira seguían allí cuando el aficionado a la paleontología Marcelino Sanz de Sautuola se las encontró en 1879 fue gracias a un milagro de la naturaleza, una concatenación de elementos biológicos y ambientales que protegieron con mimo casi consciente la excepcional sala de polícromos de la cueva cántabra. La cavidad permanecía en total oscuridad, las tasas de filtración de agua eran mínimas y el intercambio de aire con el exterior prácticamente nulo. Vamos, que allí dentro no se movía un alma.
Posted originally: 2011-10-06 22:00:00