La limpieza de Palacio


La limpieza de Palacio
No soy demasiado entusiasta del programa ‘Salvados’, no obstante lo veo ocasionalmente. Creo que el programa y su presentador rinden mucho más cuando tienen a un ‘friki’ delante de la cámara que a alguien que está acostumbrado al medio, a los periodista y que se ha visto en situaciones más comprometidas, de forma que termina [...]

No soy demasiado entusiasta del programa ‘Salvados’, no obstante lo veo ocasionalmente. Creo que el programa y su presentador rinden mucho más cuando tienen a un ‘friki’ delante de la cámara que a alguien que está acostumbrado al medio, a los periodista y que se ha visto en situaciones más comprometidas, de forma que termina hablando de lo que quiere y el periodista y sus espectadores pensando que habla de lo que ellos pretendía que hablaran.

El otro día Gregorio Peces-Barbas dio varios de esos buenos pases y todo el mundo terminó hablando de la ex novia noruega del Príncipe de Asturias y no del tema de la financiación y patrimonio de la Monarquía.

Una de las falacias que utilizó era que no era del interés de nadie cuánto costaba la limpieza de las dependencias del Palacio de la Zarzuela. Este argumento, falaz, es un clásico para los defensores de la opacidad de cualquier organización pública: la transparencia alimenta el cotilleo. La siguiente pregunta es por qué saber los gastos de limpieza del Congreso o de la Universidad en la que él trabaja, y las empresas que se encargan de ello y eso no es malo ni genera un cotilleo aterrador.

Es evidente que la curiosidad que despierta la Familia Real no la despierta la Universidad Carlos III, ni el Congreso de los Diputados, ni mi centro de trabajo. Pero aquí nos encontramos con una cuestión de principios que también afecta a la Monarquía.

El dinero con el que se financian las instituciones del Estado es un dinero que es quitado coactivamente a los ciudadanos y que, por tanto, debe poder ser fiscalizado por estos ciudadanos, por entidades que los representen o por algún aburrido, que los aburridos también pagan. El problema de descalificar la transparencia o la fiscalización por parte de ciudadanos interesados o entidades es que en un presupuesto se pueden ocultar ingresos y gastos dudosos, y también destinos dudosos.

La transparencia es una actitud y un valor que solamente se entienden con la práctica, con la repetición de actos que generan un hábito o héxis. La transparencia nos ayuda a todos y, después de lo que ha pasado con el Urbanismo en nuestro país, sería conveniente no dudar que el ocultismo no es bueno, ni para las cosas que a Peces-Barbas le puedan parecer irrelevantes.


Filed under: Celtiberia, Derecho Constitucional, Derecho Presupuestario, Política
Posted originally: 2012-02-07 22:44:47

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