De mojitos y mojigatería

Yo no soy periodista las 24 horas del día. De modo que, cuando me ven tomando copas, dando un paseo o cantando en carnaval, quien bebe, anda y cantiñea es Juanjo Coronado, no el periodista de Onda Cero. De igual manera que a nadie voy a dar explicaciones de mi vida privada, que va mucho más allá de la profesional.
Eso mismo debió pensar, y piensa, el consejero de Hacienda, Francisco Márquez, a quien han grabado unas declaraciones que han provocado ya una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU, del comité de Arbitraje de la UEFA, de la Ejecutiva de la Coalición de Tensadores de Pellejos de Bombo y de la Asociación de Hosteleros de la Comarca del Penedés. El Gobierno acaba de elevar el nivel de alerta al máximo, mientras Barack Obama medita, en estos momentos, si declarar el Def con Dos o no e invadir el estado de Ceará, al norte de Brasil, para controlar todo el Atlántico ante posibles invasiones de piragüistas suicidas procedentes de las costas de Cabo Verde. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acaba de desplegar los tanques en los alrededores de la Franja de Gaza, ante el acontecimiento de escala planetaria (Leire Copyright) que supone ver a Paco Márquez hablando en Antena 3 de lo buenos que están los mojitos de un club marbellí, cuyo DJ al parecer pone una música que es para hacerle cuatro retratos.
Ahora hablando en serio, Márquez ha cometido un error: el de hablar a cámara, sabiendo que en Ceuta tenemos la tasa de cabronina más elevada de Europa. Y no, no creo que sea noticia, pese a los tiempos que corren y pese a la amistad que me une con los editores de Ceuta al Día. Ni creo que haya puesto su vida privada en el escaparate. ¿Qué estamos en época de crisis y se ha gastado no se cuantos euros en mojitos?. Primero: ni se -ni me importa- si ha pagado el o su acompañante. Segundo: por mí, como si se lo quiere regalar a las Carmelitas de Vedruna. Al consejero de Hacienda, en su papel de tal, cabe fiscalizarle, criticarle, acosarle a preguntas y, si se tercia, aplaudirle o tirarle de las orejas. Eso, en mi opinión, es periodismo. Lo otro, ni siquiera es noticia, insisto. Más bien, parece mojigatería o el ejercicio de esa prensa rosa con la que tanto nos rasgamos las vestiduras cuando nos comparan con la Patiño y demás fauna.
Dios salve a Berlanga.

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