- Los vientos de Libertad llegan desde no se sabe muy bien dónde pero, invariablemente, y a su paso, eclosionan extrañas flores cuyo perfume tiene el inconfundible aroma del cambio.

Y es que, cuando todo parece cíclicamente perfecto, cuando la sensación de girar todos a la misma cadencia, ritmo y compás se nos aparece inmutable, en ese preciso instante ocurre un “algo” que remueve hasta lo más profundamente anclado, demostrando, una vez más, que todo está constantemente por hacer, como la esencia de la Vida misma.

Desde nuestros mullidos sillones se contempló como se fraguaba la Primavera Árabe. A mitad camino entre la envidia, el miedo a lo desconocido y la incredulidad vimos el cambio más importante de los últimos 100 años en esa zona, mientras que aquí todo apuntaba a que nada ocurría a pesar de los 5 millones de parados, una Crisis provocada por una Banca hegemónica a la sombra de un Poder cómplice, tanto que asusta….y no es para menos. Pasividad? Craso error de diagnóstico y magno menosprecio al género humano que, una vez más, demuestra que lo esencial es invisible a los ojos porque la verdadera fuerza anida en el corazón.

Pero más allá del espíritu romántico, en medio de todo el magma de desesperación que podría encaminar hacia una postura de autocompasión, surge lo increíble. Un día un puñado de “indignados” deciden que ya está bien de llorar y de lamentarse, que ya es hora de sacar a la calle tanta amargura, por pura supervivencia. ¿Por qué? Como si no fuese suficiente razón vivir bajo el sutil yugo de quienes tan sólo nos dejan un hilo de vida, lo justo para seguir siendo “aprovechables” para el Sistema. Ya lo refrendó Celaya con eso “porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, mi palabra no puede ser sin pecado un adorno, estamos tocando el fondo”, y es en ese fondo dónde nos hemos encontrado, lleno de fango, pero hallado al fin.

Poco a poco, desde todas las edades y procedentes de variadas capas sociales (alejando el mito de los hippies, jóvenes aburridos y radicales que toman la calle), estos ciudadanos, libres de ataduras partidistas, se han ido conjurando para abandonar los sempiternos caminos que, invariablemente, nos llevaban a Roma, y eso nunca resulta fácil. El Poder, con un ejercicio de doma bien tejido y estructurado, nos ha acostumbrado a continuar avanzando con las anteojeras buscando la prometida pero inexistente zanahoria.

Pero, le pese a quien le pese, el movimiento de Mayo tiene vida propia.

Así, ciudad a ciudad y plaza a plaza, los ciudadanos se convocan para decir basta; basta a los partidos que viven en un status quo perpetuo que no dejan que nada cambie, basta a la ilimitada y consentida usura de los bancos, basta a las manipulaciones que llevan a cabo los siervos de siempre… en definitiva, basta a una supuesta Democracia que sólo nos deja elegir a los que mandan, sin posibilidad de reclamación alguna. Lentejas señores, y es lo que hay.

Por su parte, los políticos, cada vez más alejados de la realidad, siguen con sus guerras por las parcelas de Poder; en este sentido, la visón de un PSOE cuyos dirigentes pelean a muerte por los despojos del mando y de un PP a la espera de la caída del Imperio Zapatero no hacen sino alimentar la desidia. Lástima de oportunidades perdidas en ambos lados, aunque era lo esperado. Lamentable, y eso que más de un político ya ha declarado que se debe escuchar las voces que vienen de este Movimiento, por algo será; algunos opinarán, no sin razón, que sólo se trata de una postura de postín para intentar canalizar la situación o aprovecharse de ella. Esto viene a refrendar que, sin duda alguna, algo se está moviendo.

Cierto es que aún no estamos en disposición de calibrar la importancia ni el alcance de lo que se ha dado en llamar, en toda Europa, la “Spanish Revolution” o como titulaba el diario francés Liberation “la Primavera Íbera”, pero sin duda las estructuras están removiéndose hasta los cimientos por culpa de un Movimiento que rechaza etiquetas y que sólo reclama lo obvio: poder decidir su futuro, de verdad. Pero todo esto va más allá de una sentada en la Plaza de los Reyes o una acampada en Sol, y los poderosos lo saben. Ellos, mejor que nadie, saben interpretar lo que está ocurriendo, y no les está gustando nada esta conjura para intentar, con la fuerza de las palabras, que cambien las cosas.

¿Utópicos? Si ser utópicos es pedir, por ejemplo, listas abiertas y más capacidad de decisión, entre otras cosas, entonces yo también soy utópico, para que nos vamos a engañar….y muchas decenas de miles de conciudadanos también lo son, a la vista está.

Quizás la clave esté precisamente ahí, en pensar que hace falta valor para poder vivir la Libertad con esperanza y que, frente al canibalismo estéril del Poder, la voz de los ciudadanos siempre debe prevalecer.

Mi mañica preferida siempre me lo repite, sólo el movimiento hace avanzar las cosas…y tanto que sí. A vista de cómo están las cosas, quizás deberíamos plantearnos que los llamados indignados del 15-M son mucho más que los actores de un cabreo momentáneo, y es que aquí, Al Sur del Edén, parece que ya no nos queda márgen para la fanfaria al uso...usted sabrá si quiere seguir el metrónomo de siempre o escribir su propia partitura. Como siempre, usted decide, “los” del 15-M ya lo han hecho.