Canta Maxime Le Forestier que el óxido tendría su encanto si sólo atacase a rejas y fusiles, si ese color marrón no se depositase en otra cosa que no fuese hierro, o se quedara en las bucólicas y tiernas estampas fotográficas de nuestros antepasados. Pero no es así. El color sepia se deposita, cual sedimento, hasta transformar la realidad para retrotraernos a tiempos pretéritos, y no especialmente mejores.

Lejos de vivir una época de modernidad, nos ha tocado sufrir una era de clara regresión, en demasiados aspectos, que acaba cubriéndolo todo de un manto corrosivo. Esta suerte de Síndrome de Penélope en el que nos vemos inmersos destruye, de forma exponencial, todo lo adquirido socialmente durante décadas de luchas, a veces no poco dolorosas. Ningún área es ajena a esta brutal marcha atrás amparada en la Crisis.

-Color sepia en la Iglesia, evidenciado hace poco por mi amigo Manuel Abad. El Vaticano no ha dudado, mediante el Prefecto de la Congregación del Santo Oficio, en prohibir la lectura de dos libros por aludir al deseo sexual como algo natural. Parece que la Santa Inquisición asoma de nuevo con sus hogueras… ¿o es que acaso nunca se fue?

-Color sepia igualmente en las aulas de los institutos de la Comunidad de Madrid. La Consejería de Educación, atendiendo las quejas de asociaciones ultra católicas (siendo “ultra”, lo demás sobra siempre), ha solicitado una autorización paterna por escrito para informar en torno a las enfermedades de transmisión sexual y uso del preservativo, trabando lógicamente la iniciativa. Triunfo nada disimulado en el clan ultra educativo (¿o es Klan?) y ambiente carca en las áreas de poder; miel sobre hojuelas para el oscurantismo. ¿Estamos de verdad en el Siglo XXI?

-Más tono sepia en Estados Unidos. Obama está siendo tachado -y cito textualmente- de “socialista-negro-musulmán” por intentar implantar una Sanidad pública para todos, al margen de los seguros privados. Orquestadas por grandes corporaciones de medicina de pago, las brutales campañas de comunicación perfectamente planificadas acosan implacablemente al inquilino de la Casa Blanca. El Presidente supuestamente más poderoso del mundo está a merced de los que mandan de verdad, por más que ponga buena voluntad en intentar cambiar las cosas. Utilizando la libertad individual como escudo humano, la comunicación al servicio del dinero puro y duro está logrando desmontar la iniciativa de la Casa Blanca. Goebbels , más vivo que nunca…

-Sepia las declaraciones, días atrás, del presidente de Bankia, Rodrigo Rato, afirmando que los políticos españoles están mal pagados. En un país con 6 millones de parados, un elevado índice de pobreza y una Reforma Laboral salvaje, son tan lamentables las palabras del inteligente ex dignatario del FMI que se califican por sí solas. Como diría Federico Trillo: “manda huevos”. Sobra cualquier otro comentario.

-Rancio sepia, aunque esperadas y sabidas e intuidas, las informaciones desveladas por Wiki Leaks en las que, entre otras cosas, se asegura que los espías de los EE.UU. afirmaban en sus informes que Aznar -y ello tras oír y analizar sus declaraciones y actuaciones- era un extremista convencido en todo lo relacionado con el terrorismo. Nada nuevo, sin duda, para alguien que, en su día, dijo eso de “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” en un legítimo, reconocido y aplaudido intento de negociación con la banda asesina. El “ego cesariano”, a la vista lo tenemos, está radicalmente reñido con el sentido común…

-Más sepia que nunca la intención de recortar del Presidente del Gobierno. Se apunta a que, en la España de la Eurocopa y del Mundial, la moto sierra ‘neocon’ se llevará por delante 30.000 millones de euros, al tiempo que se apela, eso sí, a la sensatez de los ciudadanos; ahora, que se lo cuenten a quienes van, a diario, a Cruz Roja o a Cáritas (entre otras organizaciones) en busca de alimentos para poder comer. Eso sí, parece que tendremos que esperar al final de las inciertas elecciones andaluzas para conocer el verdadero alcance de las medidas…una casualidad, supongo.

-Recuerdos sepias de la Gran Depresión del 29, y sus semejanzas con la actual crisis la que nos trae, en un interesantísimo articulo del economista y Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Vicenc Navarro (www.vnavarro.org). Resumiendo mucho el trabajo de Navarro, extraemos dos ideas principales: la Gran Depresión se basó en la escasez de demanda y en la desregulación del capital financiero que facilitó el comportamiento especulativo de la banca. Así, la acumulación y concentración del capital y la baja rentabilidad del capital productivo -consecuencia de la escasa demanda, antes señalada- llevaron al desastre económico. Les suena, ¿verdad? ¿Callejón sin salida, entonces? Pues ¡para nada! Al igual que hizo Roosevelt expandiendo el gasto público, Obama -aunque siempre con la férrea oposición de los conservadores al servicio de los grupos de presión- está llevando a cabo ayudas a la industria norteamericana, unos apoyos que ya están dando sus frutos, por ejemplo, en la industria automovilística. Si parece clara la vía a adoptar, la pregunta sigue siendo: ¿por qué vamos entonces, a toda velocidad, en una dirección totalmente opuesta?

-En este clima marcado por el sepia, cualquier chispa puede hacer estallar el polvorín social. Al igual que en el Mayo del 68 francés (aunque bien es cierto que el panorama es radicalmente distinto) no es nada descartable que la detonación inicial se produzca en el ámbito estudiantil. Los previstos recortes de docentes y medios, al tiempo que el aumento de tasas para unos estudiantes cuyo futuro, aquí, Al Sur del Edén, sencillamente no existe, son los principales componentes de una bomba a punto de explosionar. Mi mañica preferida no se cansa de repetirlo: “Cuando ya no hay nada que perder, todo se puede ganar”, y en esas estamos.

El sepia lo invade todo, la cuerda se tensa y las escandalosas diferencias entre siervos y señores son cada vez más evidentes; que todos los colores vuelvan a ser el dominante de nuestra sociedad sólo depende de nosotros, y usted, se lo recuerdo por si aún no había caído, también forma parte de ese “nosotros”. Sepia, mucho más que una tonalidad, una implacable forma de involución.