Es curiosa, cuando no fascinante, la capacidad de adaptación que puede llegar a tener el ser humano. No pocas son las situaciones en las que el homo sapiens ha logrado sobrevivir y aguantar más allá de lo previsible, más allá de lo considerado “normal” o “razonable”… y la amarga realidad lo confirma a diario.

Aquí se cifran los parados en casi seis millones sin que ya nadie se asuste, y todos tenemos ya más que claro que los recortes previstos superarán los 36.000 millones de Euros y no parece que esto fuera con nosotros (aunque, eso sí, por ahora sólo tenemos derecho a “avanzadillas” de información, el doblar de campanas vendrá tras las elecciones andaluzas y asturianas, como dios manda). Estamos observando casi impasibles, y ciertamente resignados (salvo escasas excepciones), como, a punta de Reforma Laboral, se van a liquidar derechos históricamente adquiridos al tiempo que, de forma sibilina en unas ocasiones y de manera descarada en otras, se está procediendo a desmontar lo público a mayor beneficio y gloria de lo privado, aunque ello repercuta directa y negativamente en el interés de los ciudadanos. Llegados a este punto, no sé si me preocupa más el derribo controlado (y tan controlado) de la estructura hasta ahora conocida, o que, nadie o apenas nadie, se plantee iniciar una protesta en serio más allá de vacuas interpelaciones parlamentarias (lo siento, es que la credibilidad se les agotó a todos hace tiempo). Es tal el peligro de ser tachado y/o tratado de peligroso antisistema por posicionarse contra el cuidadosamente fabricado Apocalipsis económico, que las protestas no pasan de ser elitistas y nada peligrosas. ¿Por qué, llegados a este punto, se me viene a la mente que los ingleses introdujeron el opio en China para acabar con los focos de rebelión? ¿Será porque el miedo es el mayor inhibidor de la Voluntad? Vista la nula capacidad de respuesta, va a resultar que era verdad, que todo estaba atado, y bien atado.

Inmersos en la negrura y el pesimismo más absoluto que nubla capacidad de reacción y hasta de raciocinio, asistimos impasibles y anestesiados a operaciones financieras desprovistas de vergüenza alguna; para muestra, un botón: hace muy pocos días el Banco Central Europeo prestó 530.000 millones de Euros a los bancos a 3 años y a un interés del 1%, con la teórica y publicitada intención de que vuelvan a fluir los crédito; y todavía habrá algún iluso que se lo crea… Dado que el BCE no puede prestar directamente a los Estados, éste inyecta dinero a los bancos privados para que, a su vez, compren deuda pública. Teniendo en cuenta que el interés de esa deuda llega al 7% (caso de Portugal, por ejemplo) el beneficio puede llegar a ser del 6%, y todo por servir de intermediario sin escrúpulos. Está claro, la codicia no entiende de crisis mientras que, aquí, seguimos estrangulados a golpe de austero cinturón neocon. Es lo que hay.

A su vez, y haciendo gala de su previsible hoja de ruta duramente conservadora, el Gobierno Rajoy está mostrando “lo mejor de cada casa”; Gallardón, con el tema del aborto, se destapa por fin como lo que siempre ha sido en realidad, Wert sigue a lo suyo, mientras que nadie niega ya la idea del sobrepago en Sanidad. Visto lo visto, lo único que nos va a quedar es la Eurocopa.

Contorsionismo brutal el que debemos hacer Al Sur del Edén para poder sobrevivir al límite de tanta presión pero, siempre que parece que ya llega el tope de nuestra capacidad de aguante, otro giro de tuerca demuestra que aún hay margen para el aplastamiento en forma de tétrico suma y sigue… Total, les sale gratis.

Como afirma mi mañica preferida, quizás algún día caigamos en la cuenta de que, al igual que hiciera Alejandro Magno, desatar el Nudo Gordiano pasa por cortarlo por la mitad de un enérgico tajo.

¿Intentar, infructuosamente, desatar las miles de cuerdas que nos aprisionan o plantar cara de una vez por todas? Usted verá qué más le conviene…pero este baile sólo acaba de iniciarse y usted, como siempre, deberá decidir si quiere seguir, o no, bailando al son que tocan los de siempre. Para serle sincero, y visto lo visto, me da la impresión de que, lamentablemente, aquí hay música para rato.