- Corría el año 1974 y la Historia, con pequeños y previsibles sobresaltos, parecía haberse detenido. El mundo estaba literalmente dividido en dos hegemónicos bloques en los que unos carecían de Libertad y otros creían tenerla. En ese año, el ex comunista ortodoxo Jesús Hernández publicaba su 'EN EL PAÍS DE LA GRAN MENTIRA', en el que describía el régimen totalitario y fascista de la Unión Soviética, sí fascista...

Aquí, al Sur del Edén, siempre nos gustó llamar a las cosas por su nombre. El que fuera ministro de Instrucción Pública comunista del Frente Popular, y después alto cargo en el Komitern soviético, tras desencantarse por su paso en la URSS, arremetió duramente contra los amos de medio mundo y lo plasmó en ese libro.

Pero, al parecer y desde entonces, nada ha cambiado... Nada de nada.

El Premio Nobel de Medicina del año 93, Richard Roberts, en una entrevista concedida a La Vanguardia afirmaba que “el fármaco que lo cura todo no es rentable” porque la industria farmacéutica así lo determina. El razonamiento es tan evidente que, como siempre en estos casos, produce escalofríos por palmario: si curamos acabamos por cerrar el grifo de las ganancias por venta de medicamentos; más vale aliviar y seguir ganando dinero y de curar ya hablaremos otro día. Dicho de otra forma, se investiga para cronificar enfermedades, pero no para erradicarlas... y claro, nosotros a tragar, como mandan los cánones. Nada nuevo bajo el imperio del Poder.

Roberts, un hombre honrado y sincero hastiado de tanta mierda, y por cierto lo más alejado al perfil del militante antisistema extremista desestabilizador ponedor de bombas, hace una reflexión que, “por ser vos quien sois”, merece un alto en el camino al margen de recordarnos al libro del antes aludido Jesús Hernández.

El Premio Nobel de Medicina no se corta ni un pelo cuando asegura que las enfermedades tercermundistas no se investigan porque no son rentables (por razones obvias, ¿quién va a pagar los fármacos en el tercer mundo cuando allí se mueren de hambre, en el sentido más literal de la palabra?). Pero el Nobel va mucho más allá.

Cual habitante del Sur del Edén, cuando le preguntan por el papel de los políticos en este tinglado, Richard Roberts deja las cosas claras: “No se haga ilusiones: en nuestro sistema –afirma el Premio Nobel de Medicina- los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos”... Y lo peor es que esto a nadie sorprende ya, asumiéndose por todos como un hecho normal, cotidiano y casi banal. Para vomitar.

Por su parte, los partidos políticos no hacen nada para procurarse una imagen más saneada; lejos de ahí, introducen en sus listas a personajes imputados en escándalos de corrupción, sólo hace falta asomarse a la información diaria para comprobarlo. Pero no pasa nada. Los profesionales del voto, cual magos del espejismo, siempre saben sacar, de sus hondísimas chisteras, paraísos de ilusión capaces de embaucar al más pintado…vamos lo acostumbrado, para que nos vamos a engañar.

Por ello, ahora, con la feria de las urnas en pleno auge, las palabras de hondo calado de Roberts deberían ser un aldabonazo en nuestras conciencias; pero no, no pasa nada, absolutamente nada, seguramente consecuencia de una sistemática inoculación del virus del “Señor, sí Señor”.

Así pues, los políticos parecen estar destinados (que se salve el que pueda... Obviamente, si es que alguien puede todavía) a ser los chicos de los recados de los que realmente mandan mientras que, a nosotros, nos toca el sempiterno papel de pagadores de facturas, sin que esto siga sin extrañar a nadie en lo más mínimo; lo típico.

Pues sí, Hernández tenía razón entonces: la URSS era el país de la gran mentira, tanta razón como cuando Richard Roberts dice ahora lo que dice, corroborando, de elegante pero contundente manera, que efectivamente, seguimos viviendo en el “país de la gran mentira”. Pero, como dice mi mañica de mi alma, mientras no tengamos lo que hay que tener para poner las cosas en su sitio, estaremos dónde estamos, sin más remedio. Usted verá si prefiere la mentira a la verdad, aunque visto lo visto, parece que todos optamos, definitivamente, por ser engañados una y otra vez, antes que tener los bemoles de abrir los ojos de una vez por todas, y a los hechos me remito.

Es lo que hay, pero eso también lo sabemos todos... Me da que esto ya ha dejado de ser de pena para transformarse en algo lamentablemente bochornoso. Pero nada, nosotros a lo nuestro y seguir tragando... Total, a ellos le sale gratis. Sólo me cabe una pregunta más ¿en esto también se detuvo la Historia? Si acaso, usted ya me va diciendo...