El acierto del Premio Convivencia

Editorial


Aunque nació con la intención de aunar voluntades y limpiar la imagen que los tristes sucesos acontecidos en los prehistóricos tiempos de la inmigración ilegal dejaron en Ceuta, el Premio Convivencia ha sufrido en sus primeros años una vida cuando menos turbulenta, siempre salpicado por la crítica y la polémica. Cuando no se ha cuestionado a los galardonados se ha puesto sobre la mesa el objetivo del premio, y siempre con la sospecha sobre los gastos y auténtica utilidad de la Fundación. Afortunadamente, este año parece que el Premio Convivencia ha recuperado el prestigio que siempre quiso alcanzar y que no se sabe si alguna vez ha llegado a tener.

La elección del último galardonado con el Convivencia, Muhammad Yunus, como nuevo Nobel de la Paz ha supuesto una grata noticia para todos los ceutíes, que el domingo escucharon con auténtica devoción el discurso de una persona que ha dedicado su vida a intentar mejorar la de los demás. La designación de Yunus por la Academia sueca es un reconocimiento merecidísimo para el Banco Grameen y su labor por erradicar la pobreza, pero desde un punto de vista eminentemente egoista también es una grata noticia para Ceuta, que orgullosa recuerda que el Nobel estuvo entre nosotros el pasado domingo.

Satisfacción por la figura de una persona que demostró en su visita a Ceuta su humanidad y amplio nivel intelectual, su dedicación exclusiva y honrada a la causa de los más necesitados. El VIII Premio Convivencia está en buenas manos. Esperemos que el próximo año las polémicas continúen siendo oscuros ecos del pasado.