- Y tocamos fondo. O eso espero.

Este año ha dado pocas, poquísimas noticias positivas a los españoles en general y a los ceutíes en particular. Ha supuesto la consolidación de ese estado de crisis en el que nos metieron sin comerlo ni beberlo y con él, las consecuencias más desagradables para cualquier persona. Por relatos familiares y por hemerotecas sé que se han pasado etapas duras en España, en las que el pan escaseaba y la represión era la máxima a cualquiera que no estuviera de acuerdo con determinadas formas de gobernar que querían imponerse como formas de pensar y de sentir generalizadas, pero no recuerdo haber visto tan de cerca el azote y el golpe de la necesidad entre vecinos, amigos y familiares.

Si 2012 supuso la bofetada para miles de familias que veían cómo sus componentes se quedaban sin trabajo y, por tanto, sin un sueldo con el que cubrir las necesidades básicas y que ahora necesitan ayuda incluso para comer, 2013 ha supuesto la desgraciada consolidación e institucionalización de la pobreza, de la necesidad, de la precariedad en todos los ámbitos.

Los que están en el gobierno se excusaban y se excusan en quienes estuvieron y quienes estuvieron dicen que los anteriores. La cuestión es que del mal hacer de unos u otros se resiente toda la sociedad.

La fractura y la distancia entre quienes pueden arreglar las cosas y quienes necesitan imperiosamente soluciones es cada vez mayor. Las soluciones a los problemas del día a día las están dando personas anónimas, altruistas y solidarias, sin grandes presupuestos, que hacen todo lo que está a su alcance y mucho más para que, al menos, a nuestros vecinos, amigos y familiares no les falte comida.

A nivel nacional tal vez no tanto, pero a nivel local, por lo general, se siente una resignación casi derrotista en el ambiente. Es curioso cómo hablando con funcionarios y funcionarias que llevan toda su vida al servicio de la administración, con personas en desempleo al que algunos denominan estructural sin darse cuenta de que son ellos mismos quienes no han sabido ponerle freno, con trabajadores del sector privado, con estudiantes, con enfermos, con pensionistas y personas jubiladas, todas, sin excepción, están defraudadas y decepcionadas con la gestión que se hace por parte del gobierno. Uno nunca espera que el sistema a cuyo sostenimiento contribuye sea, paradójicamente, el que ataca, viola y vulnera los intereses del ciudadano. La decepción es compartida incluso entre quienes apoyaron esta forma de gobernar.

Sin embargo la decepción no contribuye a mejorar las cosas. La decepción sólo debe servirnos para conocer los errores, detectarlos y darles solución. No podemos permanecer permanentemente sumidos en ese estado porque es contraproducente para toda la sociedad. Ante este tipo de situaciones, sólo cabe la reflexión y la rebelión. La rebelión ante las injusticias que se están cometiendo y que pretenden incluso encontrar amparo y justificación en las normas y leyes (que curiosamente son dictadas por los que las utilizan para oprimir). Ante ello, no podemos permanecer pasivos ni por nosotros ni sobre todo, por nuestros hijos a los que les espera una situación realmente difícil si no empezamos a cambiarla desde ya.

Como dijo Anibal una vez mientras les golpeaba el frío y el hambre mientras buscaba cómo atravesar Los Alpes: “Encontraremos un camino, y si no, lo crearemos”.

Y como él, estoy convencida de quienes realmente creemos en la existencia de esa posibilidad, que somos miles y miles de personas, lo encontraremos o lo crearemos, sea como sea.