Desgraciadamente hay que volver a lamentar nuevos asesinatos de mujeres a manos de hombres con los que en algún momento de su vida, las compartieron. Suele ser la culminación de relaciones tormentosas, basadas en la superioridad impuesta de algunos hombres sobre sus parejas. Una superioridad auto investida de autoridad y control que hace que aquel que se cree en su posesión necesite corroborar continuamente su dominio de la situación y de la persona con la que tiene una relación.

No deja de ser llamativo, que muchas de las víctimas no hubieran denunciado previamente la violencia que soportaban día tras día. ¿Por qué? Se me ocurren al menos dos motivos relacionados entre sí.

El primero es que el miedo que sufrían era tan grande y las tenía tan anuladas como personas que era su mayor obstáculo, les impedía ver cualquier salida o pequeña luz al final del túnel en el que transcurren sus tristes días.

El segundo, es que el sistema actual, el mecanismo de lucha contra la violencia de género (normas, aplicación, implicación de autoridades e incluso de la sociedad en general) no les inspira la suficiente confianza como para vencer sus miedos. Creen, las mujeres que sufren violencia de género, que denunciar las situaciones que sufren no solucionará su problema y de hecho, temen consecuencias peores por el hecho de denunciar. Continúan sintiéndose solas, aunque los demás intentemos hacerles ver que no lo están. Creen que ni ellas ni nadie puede poner fin a su tormento por más que se les insista en que pueden acabar con la situación si dan el paso necesario.

Es la mayor prueba de que aún queda mucho por hacer. El hecho de que continúen existiendo muchísimas víctimas de malos tratos que no se atreven a denunciar: mujeres que son golpeadas, insultadas, humilladas y vejadas, tanto, que han dejado de valorarse, han perdido su autoestima y no se atreven a cortar de raíz con sus verdugos: por miedo, por creer incluso que merecen ese trato, por no sentirse capaces de afrontar una nueva vida, por falta de recursos... Los motivos son tan extensos como el número de mujeres maltratadas. Y desgraciadamente, es algo que no se puede identificar con un perfil concreto. La relación de miedo-dependencia con el verdugo y de sacrificio suele ser algo tan asimilado por las víctimas que les impide ver la anormal situación en la que se encuentran.

Las maneras de acabar con ello siguen siendo las mismas: decisión y valor por parte de las víctimas para dar el primer paso y querer salir del abismo en el que están sumidas y responsabilidad, acción y concienciación por parte de toda la sociedad y especialmente por parte de cualquiera con capacidad de actuación (administraciones en general –que no deberían reducir los recursos-, responsables de áreas relacionadas con mujer, cuerpos y fuerzas de seguridad, agentes sociales, etcétera)

Mientras que no se de la importancia debida a la violencia de género, nos seguirán matando.