Es por todos sabido que la Democracia es una “doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”, o el “predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado”, así lo cita la RAE. Según esto, se puede presumir de que este sistema de gobierno garantiza las libertades de todos los ciudadanos bajo su sombra. Ahora bien, cuando las libertades de unos chocan con las de otros, se pone difícil entender alguna que otra circunstancia.
 
Hoy día la libertad se comprende en base a sus prohibiciones, es decir, que en vez de decirnos lo que hay que hacer (como pasaba con nuestro antiguo régimen dictatorial), ahora se nos va diciendo lo que no se ha de hacer, poco a poco, sin que nos vayamos dando cuenta de lo que se nos viene encima.

 

Cada vez son más las reducciones en el ámbito de las libertades, y curiosamente, algunas de ellas nos cuestan nuestro dinerito.

 

A lo me refiero, es al hecho de que te prohíban cosas por las que se nos cobra un impuesto. Pienso yo que si me cobran un billete para ir en tren, lo lógico es que me lleven hasta dónde yo he pagado, pues bien, lo mismo creo yo respecto a fumar y a conducir (por poner dos ejemplos).

 

Para conducir se nos exige un carnet de conducir, un permiso de circulación, luego el sello municipal, un seguro, una inspección técnica del vehículo, y hasta por aparcar en la vía pública se nos cobra, pero al peatón al que se le cede toda una calle no se le exige ningún canon ni gravamen alguno. Y no es que yo quiera que me cobren por pasear por calles ni avenidas ¡¡hasta ahí podríamos llegar!! Luego nos cortan calles y se quitan zonas de aparcamiento para que usemos las carísimas plazas de un “parking público”.

 

Respecto al tabaco, según las nuevas leyes que nos llegan de Europa, cada vez son menos los sitios en los que se permite fumar, en poco tiempo sólo se podrá hacer en la casa de uno y con las ventanas cerradas. Entiendo que en determinados lugares no sea lo más correcto ir echando humo (hospitales, colegios, aviones), pero en otros, cuya tradición los hace propicio para ello, no comprendo la cortesía.

 

Hace unos años nos llegaba la contundente decisión del Parlamento Europeo de convertir parte de los locales lúdicos en cabinas para fumadores, habilitadas para aislar a los no fumadores de los peligros de tan dañina costumbre que tenemos algunos (aunque los aislados o apestados somos los que tenemos el mal vicio de fumar). En algunos casos, hasta se llegó a prohibir fumar en los lugares donde se celebran banquetes de boda o similares. Y ahora, a los que se gastaron un dineral en adaptar sus locales, se les avisa de que en breve deberán poner el cartel de “no se fuma” en la zona de fumadores, por que la ley se va a endurecer y ya no hay concesiones. Para quedarse con la boca abierta. ¿Les pagarán las reformas de los locales? ¿Y las contra-reformas?

 

Así está la cosa señores.

 

Y yo me pregunto (sin ánimo de ofender a nadie): ¿tengo menos derecho yo a fumar cuando pago un impuesto por ello? Si el Estado me vende el tabaco, ¿porqué no me permite consumirlo? ¿Tengo menos derecho que aquel que no paga por “no fumar”?

 

Entiendo que las Autoridades Sanitarias lo hacen por el bien común, pero esto traerá consecuencias en muchos otros ámbitos. ¿Qué pasará cuando nos prohíban tomar una copa de vino por prevenir la cirrosis? ¿O que nos quiten de la dieta determinadas carnes por que provocan saturación de colesterol en las arterias? Tal vez el día de mañana nos hagan ver que comer pescado es perjudicial para los pescadores que tienen que ir a lejanos caladeros, atestados de piratas al acecho.

 

Lo cierto, es que en el Mundo de la Libertad, cada vez son más las restricciones de la misma, haciendo que el día de mañana tal vez nos encontremos con carteles que nos prohíban cosas hasta hoy impensables.

 

En fin, que lo único que me alivia de todo esto es que nadie se pueda fumar un “hipotético cigarrillo” en su despacho del Ayuntamiento.