El pasado viernes, 23 de enero, en un bar del poblado marinero de Ceuta, un grupo de amigos se disponían a tomar unas copas, tras haber finalizado la primera jornada del Congreso de su sindicato. De pronto les interrumpió un hombre alto y corpulento, al que no conocían, y dirigiéndose a uno de ellos le preguntó sobre su filiación sindical. Acto seguido le propinó un tremendo puñetazo que le hizo caer al suelo y golpearse con una mesa. Al intentar levantarse, el buen señor quiso darle otro mamporro, pero falló y le fue a dar a una de las mujeres que le acompañaban, que se interpuso entre ambos. A partir de ahí, se formó un pequeño alboroto, tangana según el decano de la prensa, y los dueños tuvieron que echar al agresor del local y llamar a la policía. Pero el individuo no quedó satisfecho y en la calle intentó nuevamente agredir al grupo, se negó a identificarse ante la policía local, y comenzó a insultar a policías y sindicalistas por igual.

Bravucón se le llama al que simula valentía sin tenerla. Es decir, algo parecido a un cobarde que aparenta no tener miedo. El de esta historia es un alto cargo de la Ciudad Autónoma de Ceuta, que ocupa un puesto reservado a funcionarios, sin serlo. Es el responsable de una de las áreas de mayor sensibilidad, la de menores, sin tener la capacidad, la paciencia y la prudencia del que está llamado a rehabilitar e integrar en la sociedad a los pequeños delincuentes y drogadictos, a juzgar por los hechos de los que ha sido protagonista. Los que le nombraron tendrán que responder algún día de esto ante los ciudadanos. Pero, sin embargo tiene una virtud. Es el protegido del 'baranda', pues es algo así como su manijero, el encargado de captar voluntades y de perseguir a los disidentes de su cortijo.

La cuestión es que, después del montaje mediático formado porque el sindicato de los agredidos ha puesto en conocimiento de la fiscalía unos hechos sobre el trato que se da a algunos menores, para que se investiguen, y de defender al agresor con argumentos tan peregrinos como falaces, el de la bravata se deja caer con que a él también le pegaron. Y además no es capaz de acudir al acto del juicio oral previsto para el lunes siguiente. ¡Valiente!. Y el 'baranda', que es el que manda en el Ayuntamiento, en lugar de poner al individuo en su sitio, es decir, en su casa, y dedicarse a investigar los hechos denunciados, por si fueran ciertos, azuza el enfrentamiento entre trabajadores y nos dice que no va a parar hasta sentar en el banquillo a los denunciantes. Incluso pone a disposición de los supuestos ofendidos un abogado, para que también ellos denuncien al sindicato. Por cierto, al ordenanza del colegio de una conocida barriada, que recientemente ha sido agredido por defender las órdenes dadas desde la Ciudad sobre accesos al recinto, no le han ofrecido abogado alguno. Ni siquiera le han preguntado por su salud. Lo cierto es que esta historia ha dado otro giro cuando el periódico decano informaba, con una escueta nota, de la existencia de un acta de comparecencia ante la fiscalía de un menor que dice haber recibido malos tratos. Lo más probable es que salgan más denuncias parecidas y que, de esta forma, por el bien de los niños, se investiguen los hechos. Si se hace, veremos a ver quién, o quiénes son los que al final se sientan en el 'banquillo' de los acusados. Por ahora, los que sueñan con destruir toda voz disidente y crítica, han callado, y mandado callar a todos. Se han ido a FITUR. Sólo un lacónico y triste comentario racista en los foros digitales de por qué vamos a creer a un niño drogadicto y delincuente. Otro valiente que oculta su nombre bajo un seudónimo para así poder ofender sin ser descubierto. Y una ridícula denuncia a otro miembro del sindicato porque mostró su disconformidad a unos agentes de la policía local, sobre su actuación en las inmediaciones de Punta Blanca con un grupo de menores, al proceder a trasladarlos sin utilizar los medios que garantizaran su intimidad, como obliga la legislación al respecto. Bochornoso. Lo que quizás el tal 'baranda' no ha calculado es que, a pesar del régimen de compra-venta de puestos de trabajo en la Administración que ha montado, no todas las voluntades se pueden comprar, ni todas las voces se pueden silenciar. Lógico, pues eso no puede caber en la cabeza de alguien que ha hecho del mercadeo de 'almas' su profesión.