Nos dicen que la Dirección General de Marina Mercante abrió el 14 de julio una investigación a Acciona-Trasmediterranea sobre la aplicación que realiza la compañía del régimen de plazas ofertadas y tarifas máximas correspondientes. Estas tarifas máximas se fijaron en 2006, según el Sr. De la Encina, comisario político del Partido Socialista de Ceuta en la península. Y digo yo. Si esta información que nos daban los medios de comunicación el pasado día 23 es cierta, ¿por qué han tardado tres años para abrir una investigación de este calado?.

Pero además, nos dice dicho señor quiénes son los culpables de los precios abusivos de las navieras en el Estrecho. Primero, el Partido Popular, que no fijó tarifas máximas antes del año 2006. De su formación política, el Partido Socialista, que liberalizó dicha línea de interés público, con el argumento de que la competencia de mercado sería beneficiosa para todos, no nos habla. Segundo, la asociación de consumidores de Ceuta, Acutrans, por haber recurrido al Tribunal de la competencia para denunciar que en el Estrecho no se practicaba la competencia de mercado, sino el 'compadreo' de precios. Al resto de Navieras no les culpa de nada, pues no están sujetas a precios máximos en contrato alguno. Aunque deberían de respetar las reglas de la competencia de mercado. ¿Es que acaso no es bastante sospechoso de prácticas colusorias, o monopolísticas, que todas tengan los mismos precios, euro arriba, euro abajo?.

 

A la hora de fijar los precios de los productos en las empresas se han de tener en cuenta varias cuestiones. Primero, no se debe perder. Para ello, como mínimo se ha de fijar un precio igual al precio variable unitario, sin tener en cuenta los costes fijos. Pero si además se quiere ganar alguna cantidad, hay que tener en cuenta dichos costes. Llegaríamos así al denominado umbral de rentabilidad, o punto muerto, que es aquél en el que se cubren tanto costes fijos, como variables. A partir de aquí obtendríamos beneficios. ¿Cuántos?. Pues esto depende de la situación del mercado y de la avaricia de las propias compañías. También de las empresas de la competencia. Cuando el mercado funciona correctamente, y la competencia también, las empresas ajustan los precios al mínimo, jugando con los márgenes anteriores y ofreciendo mayor calidad. Cuando la clientela es cautiva, como en Ceuta, que no tiene más remedio que coger el barco para viajar, entonces las empresas tienden a eludir las reglas de la competencia y a ponerse de acuerdo, para así, con el mínimo esfuerzo, garantizarse un beneficio todas.

 

Y esto ocurre, porque las navieras son grandes empresas que tienen un grado de apalancamiento operativo alto, lo que implica que sus costes de inversión son más elevados al principio, lo que les hace llegar más tarde al punto del umbral de rentabilidad. Pero cuando lo hacen, que suele coincidir con el punto en que se alcanza un grado de madurez suficiente en la amortización de dichas inversiones, sus beneficios son más altos, pues sus economías de escala hacen que los costes variables crezcan menos que proporcionalmente. Es lo que en lenguaje popular equivale a decir que con la primera rotación de la mañana se tienen cubiertos todos los costes del resto del día. En ese momento, pequeños cambios en las ventas producen un gran cambio en los beneficios. Si además, los cambios son altos, por el mayor número de pasajeros y por la elevación de los precios, el incremento de los beneficios será más que proporcional. Es decir, que con el atraco que nos dan en verano, sobreviven gran parte del año. El resto, casi todo es beneficio.

 

Y ante esto ¿qué hacen nuestras autoridades nacionales y locales?. Pues nada. Ni controlan los precios. Ni vigilan las prácticas contrarias a la competencia. Ni se preocupan por el futuro económico de la Ciudad. Sólo venden humo y echan culpas a aquellos que intentan con sus denuncias poner freno a tanto abuso. Y además, dictan normas y circulares que dan alas a las navieras para exigirnos a todos los pasajeros el documento nacional de identidad, en vigor, tres o cuatro veces antes de entrar al barco. Esta es la realidad, que nadie quiere abordar, ni interesa solucionar.

 

Porque, si hubiera un mínimo rigor y seriedad en el análisis económico, y si los políticos estuvieran más pendientes del bienestar de los ciudadanos, en lugar de dedicarse a frivolidades en playas de lujo, ya se habrían dado soluciones. Por ejemplo, dando alternativas más baratas a aquellas personas que no pudieran pagar los precios más caros. Es decir, ofreciendo barcos más y menos caros. O también ofreciendo alternativas de viajes baratos para los no residentes y para el transporte de mercancías. ¿O es que alguien duda de que si se hiciera un plan nacional que favoreciera el transporte barato a Ceuta y a Melilla, la gente viajaría más, el turismo se reactivaría, la economía también, y así se recaudarían más impuestos?. Pero claro, para esto se necesitan políticos serios, pendientes del bienestar de su país y no del calendario electoral.