Agosto es el mes de vacaciones por excelencia, al menos para los españoles. Coinciden varios factores. El calor, insoportable. Los niños, sin escuela. Los juzgados, inhábiles. Los profesores, sin clases. Las playas, a rebosar. Los días, larguísimos. Las tardes, tranquilas, aún más si lo son contemplando el mar. Los políticos, callados. Por eso, y porque se acercan unas elecciones generales muy disputadas, las “cargas de profundidad” informativas que se han de dejar en el subconsciente de los ciudadanos deben ser del suficiente calado como para que nos estemos acordando de la actualidad política, también durante las vacaciones.

Después de la esperpéntica nota de prensa del Ministerio de Defensa, meses atrás, informando del espionaje efectuado por militares a civiles en Ceuta, con sus correspondientes medidas disciplinarias cautelares, ¡faltaría más!, ahora el jefe de los espías españoles, que también depende orgánicamente del mismo ministerio, da una rueda de prensa urgente, cosa inusual en un espía, para informarnos que han adoptado medidas cautelares contra un agente doble español que vendió información a otro país. Lo curioso, o al menos eso es lo que se ha dicho, es que en ambos casos, el asunto comenzó bajo el Gobierno de Aznar. Claro, cuando se leen las informaciones con más detalle, cosa que no siempre se suele hacer, resulta que en el caso de Ceuta, las investigaciones a civiles se venían haciendo desde el tiempo de la Dictadura, es decir, que también se hicieron durante el Gobierno de González, y en el de ahora, fue precisamente el Gobierno anterior el que lo cesó y el de Zapatero el que ascendió a su jefe de entonces. Pero lo que queda en el subconsciente es que los malos son los otros, los de la oposición.

Recuerdo mi estancia como cooperante en Honduras, después del desastre ocasionado por el huracán Mitch en 1998. Otro español y yo compartíamos mesa en el hotel que nos alojábamos para cenar. Se nos acercó un nativo, que nos conocía, y que estaba casado con una española. Después de tomarse unas copas con nosotros, vino a recordarnos que parte de la culpa de lo mal que estaba su país era consecuencia de la conquista española iniciada con el Descubrimiento hacía entonces 500 años. Evidentemente nuestra reacción fue de perplejidad, primero, y de sorna, después. Al final acabamos tomando otra copa y conversando sobre asuntos sin trascendencia. Pero claro, estas cosas, repetidas una y otra vez, al final llegan a calar en el subconsciente de las gentes. Eso lo saben los expertos en marketing electoral. El problema es que se utilicen como excusa para justificar la propia incapacidad.

Algo de esto creo que está ocurriendo en nuestro país. Zapatero entró a gobernar gracias a la inestimable ayuda de Polanco (¡que la tierra le sea leve!) y de su imperio mediático. También contó con la de algunos antiguos espías del gobierno de González. Y no es que el muchacho no tuviera mérito, que lo tenía. Pero es que sin el terrible atentado de Madrid y sin la extraordinaria agudeza mediática de sus asesores, que convirtieron un error de información del Gobierno en una masiva sospecha de mentira, me cuesta creer que Zapatero hubiese llegado a ser el Presidente de España. De cualquier forma, yo hubiese preferido un gobierno del Partido Socialista sin estas sospechas. Sobre todo porque no tendría que pagar tantos peajes. Pero esto es lo que hay.

En estas circunstancias, son los ingenieros del marketing electoral los que hacen los cálculos. Por eso se sabe que España es un país mayoritariamente de izquierdas, o al menos de centro izquierda. Pero también parece que se ha comprobado que la abstención perjudica más a la izquierda. Y si esto es así, la cuestión está en fomentar la participación (¿se fomentaría la abstención si fuera al contrario?). Y además, hacerlo en los sectores más radicales, para lo cual se precisan medidas que las vean con agrado. Y sobre todo, necesitan aislar a la oposición, para así evitar que puedan gobernar en coalición. Por esto, lo más eficiente es echarles las culpas de todo, aunque en algunos casos las tengan.

Contextualizando de esta forma, tendrían explicación, medianamente razonable, los últimos acontecimientos, aunque parezcan torpezas de determinados altos cargos. Y si ello fuera así, más allá de atribuirlas a una mente “maquiavélica” que las coordina, parecerían obra de auténticos masones, pues como el que no hace la cosa, se nos induce a pensar que estamos inmersos en profundos debates sobre las cuestiones más importantes de nuestro futuro político: Monarquía- República, Estado laico-Estado confesional, Estado autonómico-Estado federal, firmeza frente al terrorismo-negociación. Pero no nos engañemos. No son auténticos debates ideológicos generados por un partido serio y de izquierdas. En realidad no son más que “serpientes de verano”, planteadas más de cara a la galería y para que ejerzan una influencia mediática que se pueda rentabilizar electoralmente. Aunque el único que saca nota en todo esto es nuestro Ministro del Interior, que ha conseguido abortar todos los intentos de atentado de ETA (esperemos que siga haciéndolo), por la magnífica labor de sus policías. Pero, ¡cuidado!, de la labor de la policía bajo su mando. Lo que hicieran durante la gestión del Gobierno anterior no cuenta.

Pero volviendo a las vacaciones. Ya sé que para las empresas son una simple cuestión económica, pues se trata de la necesaria regeneración de la fuerza de trabajo (Carlos Marx dixit). Y para el Derecho del Trabajo, una obligación legal. Pero para mí, y supongo que como para el común de los mortales, una auténtica bendición. Un momento para poder hacer algo diferente y sin prisas. En fin, un momento entrañable de nuestras vidas en el camino hacia la felicidad. Aunque algunos quieran que sigamos pensando en ellos y en sus miserias electorales. Por mi parte os prometo que durante este mes os hablaré sólo de eso. Del camino hacia la felicidad. Siempre que nos dejen tranquilos, unos y otros, al menos por un mes. ¡Felices vacaciones!.