La irresponsabilidad social de los dirigentes de algunos colectivos, fundametalmente políticos (todo hay que reconocerlo), han hecho de lo que era una ciencia más o menos precisa -entregada al territorio de las encuestas-, una fanfarria sonora a favor de una presunta objetividad cargada de intereses particulares. El grupete dirigente de turno, arropado por siglas que representan a un colectivo, hace de su representatividad uso y abuso para beneficio de los primeros, y usa los irregulares porcentajes a favor de esos mismos intereses. De esta manera, por arte de biorli birloque, sale de la manga una encuesta que, sin recato, inventa resultados de corte grandilocuente.

Por otra parte, las asociaciones de vecinos fueron, en los últimos días del régimen fascista y preámbulo de la democracia, el germen de la movilización social (junto con los grandes centros de trabajo y las universidades); gracias al entramado que suponían y la representatividad que conjugaban, abastecieron las reivindicaciones que asumirían los partidos políticos tras su legalización. Todo un bagaje social digno de ser reseñado. Pero el sistema harta por aburrimiento, y aquella infraestructura representativa, se ha tornado (como otras muchas más antaño ‘guerrilleras’) en adorno democrático para uso del propio poder.

El ejemplo ceutí ha sido paradigmático. Haciendo uso torticero de la estadística que determinan las encuestas, la federación de dirigentes vecinales de aquí ha querido salvaguardar las espaldas del regidor local en el espinoso asunto del traslado del Mercado a la Manzana del Revellín, que ubica el edificio que De Siza ideó para albergar el contenido cultural de la ciudad. Se han inventado una encuesta sin ningún tipo de pudor, dejando de señalar -como lo haría un profesional del ramo- el universo al que se dirigían y, mucho peor, el muestreo (que señala el tipo de personas, sexo, status social y económico, zonas, etcétera), siquiera los márgenes de error ni ningún tipo de dato que pueda acreditar la verosimilitud de la mentada encuesta, que más parece una tomadura de pelo pro institucional.

Una ‘bajada de pantalones’, la de los dirigentes vecinales ceutíes, que sitúa la lucha del movimiento que representan en el pesebre del poder que emite la Casa Consistorial con, ellos sabrán qué, probables prebendas puntuales.

“Sufrir merece respeto, el someterse es despreciable” decía Víctor Hugo; a ello habría que añadir que el disfraz del sometimiento resulta lamentable y un insulto a la realidad ceutí y a la inteligencia individual. La cutre cocina de la encuesta presentada, desde luego, les ha llevado a la siesta de su inmerecida representación. Quizás, mientras se desperezan de ella, y su mercancía aproximándose lo aberrante, se convertirá en mercancía específica, como apuntara Guy Debord; y volverán a preguntaren su deseo de seguir durmiendo… tu: ¿encuestas o te acuestas?