Palabra Juan, lo mío es pura mala reputación, producto de no coincidir con una mayoría que a mi -parece- tiene poco qué decirme o, quizás, no sea tal mayoría ni su discurso tan válido, pero que manejan ese poder que afecta al común social imponiendo sus criterios. Ya sé Juan, no mires de esa forma, al fin y al cabo lo que estoy es utilizando la barra de tu bar para descargar tensiones y ponerte las orejas gordas con este reprimido ardor guerrero de sublevación social.

Juan no contesta directamente, pero menea la cabeza mientras modula el néctar que me servirá a continuación. Lo que le estaba contando lo sabía de antemano, ya le había hablado yo a él de la necedad que me parece trasgredir la realidad intentando que parezca lógica pura; de la sinrazón de querer imponer los intereses personales a los colectivos queriéndolos hacer parecer globalmente razonables. Qué pesadez para el personal esta inusitada, manipulada, incorrecta, lastimosa y mentirosa perspectiva que se hace en Ceuta y Melilla sobre la presencia militar. También sé, Juan, que te han hecho creer que es fundamental para tu existencia, pero la realidad es otra… lo que ahora te ponen por delante es una falacia ‘oscura’ que tiene intereses en todo ajenos a ti, y que basa su justificación en la cartera ‘remozona’ de unos cuantos que cobran por el quehacer de su trabajo más que los demás de su mismo ámbito, y que perciben precisamente lo militar (que basa su operatividad en su propia movilidad) como una orquesta funcionarial que imponer a la ciudadanía.

Tal vez no recuerdes -ni sepas quizás- aquellos versos de Georges Brassens que nos traducía en canción Paco Ibáñez en la oscura época del franquismo: “Cuando la fiesta nacional/yo me quedo en la cama igual,/que la música militar/nunca me pudo levantar./En el mundo pues no hay mayor pecado/que el de no seguir al abanderado/y a la gente no gusta que/uno tenga su propia fe/y a la gente no gusta que/uno tenga su propia fe/todos me muestran con el dedo/salvo los mancos, quiero y no puedo.” Bueno, ¡¡¡vaaale!!! no te molestes si mal canto, ya sabes que no es habitual en mi, pero este hartazgo bizantino y patriotero ya sabes que me saca de mis casillas.

Juan me mira condescendiente y colige que debe ponerme otra copa; mientras tanto pienso en la ‘mala sangre’ de esos medios de comunicación que quieren hacer de lo ridículo báculo y apoyo principal de su reiterada letanía frente a los ‘contrarios’ políticos temiendo que un giro en la dirección que administra los dineros aparte de sus bolsillos la ‘pasta’ que les permite creerse todopoderosos; de esos ‘trileros’ de la palabra que imponen debe ser verdadera (que muchas veces está hasta mal expresada). No obstante, reflexiono en voz alta, tal vez lleve razón Anatole France cuando dice que sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento; momento en el que Juan sabe (mejor intuye) que, decididamente, hay que componer ese segundo Bloody Mary. Y es que, haga lo que haga, la mala reputación seguirá siendo un marchamo para aquellas ideas que no concitan el asaz conciliábulo de los bien pensantes. Empero, repito por enésima vez, la polémica sobre los militares es puro absurdo, por muy mala re-puta-ción que quiera darme en esta ciudad que quieren mantener uniformada. Mientras tanto seguiré canturreando a Brassens.