Los informes que llegan de instituciones de la Unión son determinantes. Aquello que vienen avisando los analistas no suscritos al peculio de la Administración local, y que de cuya evidencia sólo pueden negar los de las orejeras cuadrúpedas, queda reflejado en dichos papeles: Ceuta, ciudad subvencionada y subvencionadora de dislates, no está preparada para abordar el futuro más inmediato.

El análisis -reflejado incluso en los ‘dirigidos’ medios de comunicación ceutíes-, no deja lugar a dudas y plantea un panorama dramático por más que se quiera decorar la ‘destapada’ realidad; carente de infraestructuras productivas, la Ciudad tiene que tirar sistemáticamente de las arcas estatales a un precio en nada parangonable con otros territorios. Rematadamente cara, Ceuta tira también de los fondos estructurales de la Unión Europea (una panacea con fecha de caducidad dentro de un par de años) y vive del flotador consumista del amplísimo cuerpo de funcionarios que ocupa gran parte de tejido productivo (¿?) y laboral de su economía, dejando al resto de los asalariados al pairo de uno de los mercados más caros del país.

Esta fotografía, clara y contundente, es la que tienen (lo quieran o no) los mandatarios del lugar para acometer un futuro que más que incierto se prevé complicado. “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida” comentaba con su ironía habitual el cineasta Woody Allen; más valiera que los habitantes del Palacio de la Asamblea dejasen de estar obsesionados por ‘sus’ presente y habilitasen medidas (aunque sea tarde) para que a la ciudadanía ceutí no le pille ese futuro con una ‘mano delante y otra detrás’.

La realidad se agrava si, además, se mira la velocidad desarrollista que el vecino país viene ejerciendo, creando una infraestructura vial y portuaria que puede, literalmente, ‘comerse’ comercialmente la puerta del Mediterráneo gracias, fundamentalmente, al bajo precio de su mano de obra y a una apuesta empresarial internacional que encabezan los galos (no es baladí que la prensa catalana tenga tanto interés en lo que está sucediendo).

Mientras tanto, aquí, quienes gobiernan la Ciudad tiran sistemáticamente de talonario cada vez que un problema toma visos de complejidad, tapando conflictos laborales de las empresas a las que han adjudicado una concesión pública, o practicando en el centro de la urbe la política ‘florero’ que pingües beneficios le está suponiendo a mercado floral. El Palacio de la Asamblea ‘tira con pólvora del Rey’ pero la munición no es inagotable. El Estado deberá replantearse el precio que le cuesta mantener la frontera con África como le exigen sus socios comunitarios, especialmente cuando la Unión deje de subvencionar esta particularidad y sume al reino alauita a su propia estructura comercial (de una o de otra manera).

Ceuta, aislada, apenas podrá aportar el socorrido recurso de los servicios, porque la apuesta política no tiene las luces suficientes como para reforzar su componente de tráfico hacia Marruecos, que crece como destino turístico europeo (como también señalaba el mentado informe). La inversión en I+D+I ha sido inexistente y la apuesta por las nuevas tecnologías una visión de telediario -¿acaso no se podría haber convertido Ceuta en una ciudad libre wi-fi, algo asequible por sus dimensiones, sumándolo a la oferta turística de tránsito o, mimar como dice la UE su condición no beligerante fronteriza para azuzar ese mismo turismo?-, habrá que darse demasiada prisa si se quiere, al menos, no llegar en pelotas.