Carolina Pérez ha cometido un error, un error mayúsculo, enorme, imperdonable. Sin embargo, ha reconocido su falta y ha actuado con honra, honor y responsabilidad política. Carolina se ha visto protagonista en el centro de un tornado provocado por una desafortunada elección de palabras, un desliz no sé si originado por el subconsciente colectivo que por desgracia muchos todavía tenemos en Ceuta, y yo me incluyo el primero. Una patina de racismo patente heredada de antiguo contra la que hay que luchar con todas las fuerzas posibles. Por eso, no se puede permitir que un representante de todos los ceutíes realice esas declaraciones en el Senado. Carolina tenía que dimitir, no había otra solución.

Pero Carolina no se lo merece. Y digo que no porque estoy seguro que si se hace un ‘test de racismo’ a todos los miembros del Gobierno, y digo más, de la Asamblea, ella aparecía de las últimas, si no en el puesto más bajo de la lista. No se lo merece porque poner en tela de juicio aprovechando esta polémica su labor es injusto e inmerecido. Carolina Pérez es ya por desgracia ex consejera, y digo por desgracia porque, al menos en mi juicio, es de las pocas personas trabajadoras, decentes y a las que tengo respeto en ese Ejecutivo. Carolina se ha desvivido durante años por intentar hacer su trabajo lo mejor posible, con errores seguramente, pero también con corazón y voluntad. Cuando había una emergencia, ella aparecía la primera, cuando había que pelear con medio Gobierno para lograr fondos por una causa justa, ella defendía su postura hasta el final. Por todo esto, Carolina no se merece lo que está pasando.

Pero hay más cosas que Carolina Pérez no se merece. Ha cometido un error, cierto, y ha pagado por ello, pero no por eso se puede olvidar los servicios rendidos. Siempre he exclamado, y con orgullo, que uno de los lugares en los que eché los dientes fue en la sede de Alianza Popular. Ese germen de lo que hoy es el PP era un partido humilde, pero lleno de ilusión y de trabajo. Una época de la que muchos de los que hoy ocupan cargo no pueden acordarse, porque no la vivieron. Carolina sí. Ella no llegó a las listas al olor de los votos y con la promesa del poder. Ella lo edificó desde los cimientos. Por eso, en estos aciagos días, se merecía una comparecencia pública del presidente, que lo es de la Ciudad y de su partido. Condenando esas desafortunadas palabras, cierto, pero a la vez defendiendo la dedicación incansable durante años, poniendo en el pedestal que se merece a alguien que ha dado la vida por una siglas, unas ideas y un proyecto político. En lugar de eso, un Vivas como de costumbre cobarde y mísero se ha escondido entre las sombras, y ha dejado a su compañera a los pies de los caballos.

Y me duele, lo digo con tristeza, ver en lo que se ha convertido el PP. Un partido en el que se defiende hasta la saciedad las decenas de escándalos protagonizados por un tránsfuga al que no quiero calificar para no caer en el insulto, como es Francisco Javier Sánchez Paris. Un hombre que entregó su carnet de socialista en Jaén para venir al calor del cargo y el poder, para el que su amigo Juan tiene siempre presto y dispuesto el capote. Para Paco París sí hay árnica, para Carolina, el olvido. Recuerdo una fiesta del PP en la que Vivas pidió un fuerte aplauso para “un hombre del partido que ha sido atacado en los últimos meses”, en referencia al cultivador de Acequias Culturales. No Juan, Paco París no es un hombre del PP, es uno de los hombres del presidente, en todo caso. Carolina Pérez sí es una mujer del Partido Popular, de los pies a la cabeza, y se merece todo el apoyo público por parte de su partido y, sinceramente, creo que no lo ha tenido. Y me temo que como yo piensan muchos militantes del PP, de los que de verdad creen en las siglas, de los que de verdad todavía se acuerdan de aquella humilde sede de Real 90.