02 noviembre 2006 00:16 h.
La consejera de Cultura tiene voluntad, nadie lo niega, e incluso, de vez en cuando, hasta buenas ideas, pero todo queda arrastrado por el lodo por la incapacidad política de quien tiene que dar la cara. Porque ya dejando a un lado las cualidades de Mabel Deu como consejera hay que entrar a considerar su talla y altura política que, seamos sinceros, es paupérrima por no decir que inexistente. Un cúmulo de errores, propios o por malos consejos, han convertido el ejercició de doña Mabel en el poder en una ristra de despropósitos dignos de conformar una antología del disparate. No sería especialmente grave, muchos correligionarios de partido y Gobierno están en la misma situación si no peor, pero la omnipotencia de la Consejería de Educación, Cultura, Festejos, Deporte, Turismo, Patrimonio, Patronatos y demás fauna provoca un sudor frío cada vez que se avecina una declaración de Mabel Deu o sus viceconsejeros.
La última perla de la consejera se produjo ayer mismo, cuando sin ningún rubor reconocía que la inauguración de la Basílica Tardorromana se marcó en el día 1 de noviembre para que coincidiese con la festividad de todos los Santos, para "homenajear" a los muertos enterrados en la necrópolis sobre la que se ha construido el museo. Tengo que reconocer que ya uno llevaba barruntado durante un par de días que estupidez semejante podría ser el motivo para designar el día, que no convencía ni a políticos, funcionarios, ciudadanos, periodistas ni tan siquiera a los pajaritos que suelen volar por allí, pero enfrentarme con la cruda realidad supuso un estado tal que por poco me pierdo el paseo por las instalaciones, incapaz de aguntar la risa ante tanta oligofrenía.Tras esta última decisión de doña Mabel propongo que se añada a su ya larga lista de responsabilidades la de coordinar las áreas de supersticiones o espiritismo, o mejor aún, que realice un ritual antes de iniciar cualquier obra donde se sospeche que ha yacido algún cuerpo, vaya a ser que su espíritu eterno se moleste y desvele sus sueños.
La consejera lleva ya mucho tiempo dirigiendo los designios de la Cultura local para saber que aunque siempre es bueno honrar a los muertos, y hay que tener respeto por cualquier vida humana, nadie lo duda, en Historia los fallecidos de hace cientos o miles de años pasan a convertirse, con todas las diferencias obvias, en partes del estudio de ese pasado común, como una teja o una pieda de sílex. Me imagino que doña Mabel debe temblar pensando que hay museos en el mundo que muestran momias, cadáveres o incluso esqueletos, ante la atónita mirada de los visitantes que observan asombrados los despojos exhibidos sin pudor, y sin haber tenido la amabilidad de realizar su presentación en sociedad en el Día de todos los Santos.
No quería escribir esta columna, pero me he visto obligado por las circunstancias. Soy débil. Quería que toda la atención se concentrase en la inauguración del soberbio Museo de la Basílica, construido bajo los designios de Mabel Deu, al cesar lo que es del cesar. Un acontecimiento histórico que la consejera ha decidido de nuevo rebajar de categoría con una decisión más propia de una película paródica que del boato al que obligaba un acto de esta índole.
Me queda por último pedirle a la señora consejera que no se tome a mal estas líneas. Ya sé que es una de esas personas a las que la crítica sienta tan mal como el gluten a un celíaco, pero no debe olvidar que es algo que viene de regalo con el cargo. Además, ahora ya no hay ningún editor por encima que me calle o me diga de lo que puedo y no puedo escribir. Ha sido un placer.