Desde siempre me ha fascinado la figura de William Randolph Hearst. No sé si por culpa de mi también temprana admiración hacia la excepcional ‘Citizen Kane’, la vida del trasunto real del personaje de Welles no puede más que causar asombro y admiración en una persona que, aunque siempre niega su filiación como periodista, se tiene que dedicar a ganarse la vida en esta profesión. La capacidad de Hearst para llevar a cabo sus planes no tenía límites. Desde contratar a golpe de talonario a la redacción del The World de su competidor Joseph Pulitzer, me imagino que el multimillonario debe estar todavía removiéndose en su tumba de pensar que su antagonista de origen húngaro le ha robado protagonismo en la posteridad, a ser el autor de aquella famosa frase que a día de hoy todavía se repite en las facultades de Periodismo de todo el mundo: “Usted facilite las ilustraciones, yo pondré la guerra”.

Lo dicho, la historia de un hombre movido por una idea, con un objetivo que en contra de todos los preceptos básicos de ética y moral aseguraba que el fin justifica los medios, o mejor dicho en este caso, el medio. El uso de la comunicación con intereses puramente personales y crematísticos no es nuevo, ni lo inventó Hearst, ni ha desaparecido. La mayoría de las empresas de comunicación están bajo el gabán de grandes conglomerados empresariales, o de potentados anónimos que cuentan con ese pequeño espacio de poder para generar aún más ingresos en sus cuentas bancarias y mejorar su posición social. Seamos sinceros, la mayoría de ellos no tienen ni puñetera idea de periodismo, pero eso es lo de menos. Como siempre, en este negocio hay una sola cosa importante, el dinero.

Dinero que mueve las rotativas y los teclados de los ordenadores, dinero que paga las facturas de distribución y los gastos de mantenimiento. Dinero, obviamente, imprescindible para mantener una empresa. Los medios de comunicación son negocios, no asociaciones benéficas, eso no lo duda nadie. El problema es cuando esos intereses empresariales comienzan a interferir demasiado en la visión de la realidad que ofrece el medio en cuestión, cuando no sólo interfieren, sino que moldean esa realidad a su antojo. Mantener una línea editorial es una cosa, manipular la información, mostrarla o esconderla al gusto es otra muy distinta.

Es curioso, cuando no hilarante, leer sobre “extraños intereses” en el Gobierno local ante una oferta para obtener un nuevo medio de comunicación en la ciudad. “Extraños intereses”. Si no fuese por la vergüenza ajena que produce sería hasta hilarante. En esta ciudad todo el mundo tiene “extraños intereses”, especialmente aquellos que están en relación directa con el Gobierno local. Lo bueno de no dialogar habitualmente con las altas esferas del poder es que uno no tiene nada que ocultar. Les puedo asegurar que en Ceuta al día y su empresa editora, Ediciones Ceitil, no existen “extraños intereses”. Aquí no hay grupos de presión ni objetivos de grandes operaciones financieras. Esta empresa se creó con un motivo, ofrecer un servicio a Ceuta y los ceutíes. Este periódico tiene un solo credo, decir la verdad. Fíjense si se trata de una empresa modesta, que la cena de Navidad del año pasado la tuvo que pagar uno de los colaboradores porque los socios apenas llegan a fin de mes. Es más, un año después, y pese a que desde el punto de vista informativo Ceuta al día ha sido un éxito sin precedentes en el campo de la comunicación en Ceuta, la cantidad que han recibido en sus cuentas bancarias los promotores asciende a la astronómica cifra de cero euros con cero céntimos.

Utilizar símbolos de la vida local para llenarse los bolsillos es perverso y reprochable. Utilizar las noticias al servicio de la extorsión es maquiavélico. Vender una falsa imagen de apuesta por las nuevas tecnologías, que no ha llegado hasta que ya era demasiado tarde para reaccionar, da pena. Lo de falsear puestos de trabajo que no existen supuestamente en peligro, la verdad, no sé ni cómo calificarlo.

“Extraños intereses” en el Gobierno. La pregunta es, ¿serán acaso los mismos de una empresa que empezó a editar un periódico poco antes de las elecciones, hoy ya extinto? ¿Dónde estarán los trabajadores de aquel periódico? Al final, lo de los puestos de trabajo en peligro incluso será hasta verdad. Vivir para ver. Pero los malos somos nosotros porque criticamos, en conciencia, lo que nos parece que se hace mal. Manda huevos, como diría alguno.