Estoy realmente preocupado. Llevo varios días sin dormir, inquieto, triste. No entiendo cómo la gravedad del problema no abre los informativos, copa las conversaciones en las barras de los bares, arroja cantidades ingentes de furiosas turbas a la calle pidiendo soluciones. Estoy realmente preocupado, por lo que lanzo desde aquí este grito de ayuda, ¡salvemos al hipogrifo!

Para el que no lo sepa, el hipogrifo es el resultado de un doble cruce. Uno en primer lugar entre un águila y un león, que nos daría el grifo tradicional, y uno segundo de éste con una yegua. De ahí el hipogrifo, un animal de increíble armonía, capaz de volar más alto y rápido que cualquier otro en el mundo.

Hay pocos hipogrifos, algo normal si se tiene en cuenta que el cruce entre ambas especies es bastante extraño, ya que al fin y al cabo los grifos son los principales depredadores de los caballos. Además, su gran valor como montura para héroes y divinidades ha mermado en demasía su número a lo largo de la historia. Quedan pocos, cierto, pero si actuamos a tiempo quizás no sea demasiado tarde para salvarlos. Por eso propongo que el Gobierno de este país se ponga manos a la obra y establezca un fondo de ayuda al hipogrifo.

Todo esto viene a cuenta de que hoy me he enterado de que algún imbécil ha creado una Secretaría de Estado para el Cambio Climático. Y puestos a que tiren el dinero de mis impuestos en fantasías que no existen, a mí los hipogrifos me preocupan bastante más.