Como ilustra el famoso dicho, las opiniones son como cierta parte de la anatomia humana, todo el mundo tiene una. Es lógico y normal, ya que al fin y al cabo se supone que somos personas libres en un sistema democrático en el que cada cual puede pensar lo que le venga en gana. Y aunque la cantidad de pensamientos, especialmente originales, es algo cada vez más difícil de encontrar en la sociedad actual, vivimos una época boyante y esplendorosa en el mercado de las opiniones. Obviamente, con el ineludible advenimiento de la época electoral las opiniones se multiplican como las setas, y cada hijo de padre y madre comienza a ofrecer su visión sobre todo lo que exista entre cielo y tierra cual si de tertulianos radiofónicos se trataran. El problema radica en cuando el que opina es un periodista, nada especialmente grave ya que aunque parezca lo contrario los periodistas, por lo visto, tambén son personas, si no fuese porque algunos deciden opinar en sus informaciones.

Ya me he posicionado en incontables ocasiones sobre mi percepción de la imparcialidad informativa, actitud imposible de lograr en un ser humano cuya percepción de la realidad va a impregnar obligatoriamente cualquier actividad que surja del matiz de su pensamiento. Pero también es cierto que por lo menos hay que intentar en todo momento mantener el mayor grado posible de pulcritud en los planteamientos, intentado evitar en la medida de lo posible ofrecer lo que el autor piensa o siente al respecto.

Esto es obviamente más fácil en algunos medios que en otros. En la radio, por ejemplo, ofrecer cierta opinión en la redacción de las noticias es a veces incluso necesario, ya que al utilizar al fin y al cabo sólo la voz para transmitir es prácticamente imposible no mostrar cierto grado de personalizacíon con lo que se está contando. Sin embargo, observo con cierta angustia y sospechas ciertas que con la llegada de la pugna electoral las maquinarias de la lucha política ya se han puesto en marcha.

Cada día es más normal ver en las noticias sobre esta ciudad calificativos, opiniones, sentencias e incluso denuncias en los textos informativos. Craso error. Pese a quien le pese, las opiniones en la prensa se realizan en las columnas o en los editoriales, nunca en las noticias. Un medio puede expresar perfectamente su ideología por la simple elección de sus contenidos, pero no hace falta trasladarlo iguamente a su redacción. Cada cual es muy libre de opinar lo que quiera, pero en un texto presuntamente informativo no tienen cabida las adjetivaciones, a no ser que la intención oculta entre las palabras sea otra muy distinta.

Esto no ha hecho más que empezar, todavía queda un largo camino para las elecciones. Cada día envidio más a los catalanes, que al fin y al cabo pasarán por las urnas en breve. A nosotros, que Dios nos pille confesados. 

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