- Han pasado (por fin) las elecciones generales. Unas elecciones que todavía no entendemos por qué no se celebraron en mayo junto con las autonómicas, con la pérdida de tiempo y dinero que ha supuesto retrasarlas hasta el 20-N.

Como tampoco se puede entender el empecinamiento del Presidente de la Junta de Andalucía en agotar una legislatura que, como la española, está más que amortizada. Únicamente razones partidistas y electoralistas se esconden tras tanto sinsentido que, el tiempo y los votos se han encargado de demostrar, se han vuelto en contra de quienes las pergeñaron. Razones que, y ya es una constante, nada tienen que ver con el bien común y mucho con un supuesto bien particular de nuestros políticos y sus partidos.

Para mi partido, Unión Progreso y Democracia (UPyD), han supuesto un salto cualitativo y cuantitativo importante. Tanto en Ceuta como en el resto de España los votos, TODOS LOS VOTOS, han ido, uno a uno, apoyando una forma de hacer política distinta a la que nos tienen acostumbrados. En nuestra ciudad se han multiplicado por más de dos las personas de los distritos del “centro” que nos han apoyado con respecto a las anteriores “generales”, y, lo que no es menos importante, se han multiplicado por más de cinco las personas que nos han prestado su apoyo en los barrios llamados “periféricos”. Y digo bien “personas”, porque cada papeleta tiene una persona detrás, aunque algunos parecen no querer saberlo.

Un dato nada desdeñable y que nos llena de esperanza y orgullo es que EL 14% DE LOS VOTANTES QUE POR SU EDAD EJERCÍAN POR PRIMERA VEZ SU DERECHO AL VOTO, han escogido la papeleta de UPyD. Parece que la juventud manda un mensaje inequívoco de exigencia de limpieza democrática y regeneración política, que sintoniza con los pilares sobre los que se sustenta este partido.

Lamentablemente, cerca de 700.000 de esas voluntades políticas no se han visto reflejadas en los correspondientes escaños en el Congreso. Y las de Ceuta están entre ellas. Muchos han sido los que, indignados, me han manifestado su malestar porque sus votos hayan ido “a la basura”. Nada más lejos de la realidad. Gracias a esos votos “que no cuentan”, gracias a los votantes de UPyD, nuestros legisladores se han visto obligados a dejar de mirar para otro lado, y reconocer lo injusta que es la actual ley electoral y la necesidad de reformarla.

Si la decisión de las personas que han decidido prestar su confianza a otros partidos tiene un incuestionable valor, mucho más lo tienen las que, sabiendo que UPyD no iba a “ganar”, aún así decidieron apoyar a esta formación política (nadie habrá escuchado a Rosa Díez engañar diciendo que sería la próxima Presidenta del Gobierno, ni a Jacob Hachuel que ganaría el escaño por Ceuta).

Han sido votos de personas que han votado “en conciencia”, votos de personas que, haciendo oídos sordos a la falacia del “voto útil” que empujaba a votar al PP o al PSOE, han decidido que no quieren gobiernos instalados cómodamente en su sometimiento a los nacionalistas. Personas con una gran dosis de idealismo del de verdad, de idealismo no partidista, que piensan que si algo es bueno, les importa poco de dónde o de quién venga, y menos el color del que gobierna sino cómo gobierna. Personas en fin que mantienen que el bien común está siempre por encima del bien particular y que desean que todos los españoles seamos iguales ante la ley (Art. 14 Constitución Española), aunque esa ley se llame Ley Electoral.

1.140.242 veces GRACIAS en España. 1.061 veces GRACIAS en Ceuta.