Después de lo pasado, vivencias de los actuales días
Represión, Clandestinidad, lucha, justicia, libertad, optimismo, templanza, serenidad, son muchas de las palabras que he ido escuchando todo este tiempo mientras me explicabas y contabas las batallas de una época sellada por el dolor del miedo, pero la seguridad de la creencia de que las cosas son así, pero pueden estar de otro modo. “Ese orden perfecto de las cosas, ese producto hiato, sobre el cual no cabe sutura definitiva”. La dimensión ética, la necesidad de la justicia que hace que el mundo gire, con la posibilidad de poder agarrarlo fuerte, muy fuerte, para pararlo y demostrar, que sólo hace falta coraje, impulsos, sentimientos y lealtad, a unos principios propios, para que las cosas cambien de color y ese mundo de pocas personas acabe siendo para todas, sin excepción, sin peros y sin condicionantes. “Sobrevivir sin ofender a mi conciencia” es algo que he aprendido de ti. Gracias. Hoy más que nunca necesitamos personas como tú, capaces de llegar al límite de la batalla sin ofender al que tiene en frente. Batalla de ideologías, de pensamientos, de perspectivas, pero no batalla de personas. Todavía recuerdo la presentación de tu libro, Memorias Derrotadas y un público lleno e inmerso en aplausos y reconocimiento a tu trayectoria. Y si, representaban a todos los partidos políticos. Todos y cada uno de ellos te miraban emocionados porque en la esperanza de ganar, está el respeto de perder y la sabiduría de reconocer, que en el camino de la disparidad política, está el entendimiento entre las personas. Trabajador de toda la vida, donde compaginabas tú puesto en el ayuntamiento, con tus tardes en el sindicato y tus noches en la panadería. Soñador de la igualdad, apostaste por la no invisibilidad de las mujeres e hiciste de la tuya, mi tía, la mejor compañera política y sindicalista.