- En treinta años seis leyes orgánicas educativas no sólo no han resuelto, sino que han logrado obtener los peores resultados para España en relación a los países de nuestro entorno.

Unas políticas educativas erráticas que han culminado con un considerable porcentaje de fracaso escolar, con un más que notable paro entre la juventud y con la penosa realidad de que nuestros jóvenes no son de los más preparados entre los de nuestro referente europeo.

Para poner las cosas en su sitio conviene aclarar que durante todo este periodo, a pesar de haber estado el Partido Popular ocho años en el Gobierno, el diseño socialista de la Educación en España no ha cambiado en estas tres décadas. Han sido las leyes del PSOE ( con anuencia de la izquierda en general y el nacionalismo en particular) las que se han impuesto lustro tras lustro, a excepción de la primera traída por UCD en 1980.

La única Ley Educativa que intentó desarrollar el PP, fue la aprobada en 2002 y derogada por los socialistas en 2004 antes de iniciarse su aplicación.

Llevamos pues casi tres décadas con un marco educativo que, a la vista de los resultados, es a todas luces inadecuado por fracasado, y eso es sinónimo de que millones de españoles han sufrido para siempre el lastre de no haber aprendido lo que mínimamente debían a lo largo de los muchos años de escolarización.

Este marco educativo que venimos soportando, donde el adoctrinamiento ejerce claramente de manera predominante, está basado en la igualdad de los resultados pero no en la de igualdad de oportunidades. Este igualitarismo en el que muchos creen como establecido a la perfección es el causante, por un lado, de que el alumno no se esfuerce porque se amoldan los curriculos a los niveles más básicos, y por otro que los profesores se desmoralicen porque los resultados académicos son cada vez más pobres.

Desde luego, el Gobierno tiene el compromiso de restaurar en nuestros colegios e institutos el valor que siempre se apreció del estudio, el reconocimiento del mérito, la autoridad del profesor y la manifiesta importancia de la buena transmisión de los saberes o conocimientos.

Como padre, me preocupó siempre el hecho de que mis hijos no encontraran –por inexistente- un sistema educativo público de relevante nivel académico, en el que los profesores habían perdido la autoridad del maestro y en el que el conocimiento de principios básicos y de valores esenciales no fuese fundamental en la formación de los futuros ciudadanos y los prepararan para los exigentes retos venideros. La tozuda realidad ha demostrado, a través de los fríos datos, que mi preocupación era certera.

Yo sí hubiera querido que mis hijos hubiesen hallado la mejor forma de afrontar su futuro desde el conocimiento de sus cualidades y virtudes encauzadas durante su etapa escolar.

¿Quién quiere ponerse en contra de disminuir las tasas de abandono educativo temprano y fracaso escolar? ¿Quién es el que se opone a mejorar las condiciones para que los jóvenes tengan mejor y más adecuada formación que les permita acceder a un empleo al término de sus estudios?. ¿Quién no está a favor de que no hayan diferencias entre comunidades autónomas?...

Está claro, es muy evidente, que la aplicación de los sucesivos sistemas educativos emanados de las seis leyes orgánicas que se han venido aprobando a lo largo de los últimos treinta años, y que son reflejo de los modelos establecidos por la izquierda, no han alcanzado el nivel esperado, sino todo lo contrario. Con una tasa de abandono escolar del 25% (el doble que la media europea), una tasa de desempleo juvenil del 57% (en Alemania sólo un 8%), y un 24% de jóvenes Ni-Ni (ni estudian, ni trabajan), el fracaso de esas políticas son manifiestas e indefendibles.

Y todo ello, si además, se une el hecho de que esos fracasos sistemáticos que han llevado a varias generaciones de españoles a padecerlos, han estado sujeto a un elevadísimo coste presupuestario, comprobamos que la ecuación es insoportable. España invierte 53.000 millones de euros en Educación, obtiene pésimos resultados académicos de sus alumnos por un lado en relación a los países del entorno, y se ha degradado, por otro, la figura que suponía la institución del maestro, con una pérdida de valores masiva.

Ante estas circunstancias, tan palpables, tanto para maestros como para padres, ¿no debíamos actuar con el objetivo de cambiar las dinámicas educativas de cara a las futuras generaciones?, evidentemente que sí. Se ha hecho y esperamos que la aportación de todos en su trámite parlamentario, enriquezca ahora un texto que debe servir para romper con la dinámica del fracaso educativo que hasta ahora nos contempla.

Yo abogo por el aprendizaje y el mayor conocimiento del individuo desde la escuela. Sólo así una persona es verdaderamente libre y difícilmente manipulable en el futuro. Igual los que se muestran en contra de una reforma educativa o quieren manipular o no les importa que les manipulen.