- Ya sabemos que IU y Podemos concurrirán juntos a la (mal denominada) segunda vuelta de las generales.

Y también sabemos que, presumiblemente, cuando la épica narrativa de la campaña lo requiera, el hooliganismo diestro de la galaxia electoral-tertuliana recurrirá a los clásicos: azuzará el fantasma del comunismo y recurrirá al universo metafórico de los años del gulag.

Habrá quien compre con gusto sus comparaciones y habrá quien se ría con ellas. Pero, en cualquier caso, es casi seguro que la figura de Stalin aparecerá en algún momento de la campaña (en alguna columna, en alguna tertulia, en algún mitin, en alguna entrevista, en algún desayuno informativo).

“La Muerte de Stalin”, la novela gráfica que acaba de publicar Norma, ilustra las esperpénticas y misteriosas circunstancias que rodearon el traspaso del georgiano que durante casi tres décadas gobernó la Unión Soviética con mano de hierro.

La noche del 28 de febrero de 1953 Stalin sufría una hemorragia cerebral en su Dacha de Kuntsevo. Falleció el 5 de marzo. La ayuda médica llegó tarde, puesto que buena parte de los facultativos que en principio deberían haberle asistido habían sido objeto de una purga -organizada, cómo no, por el propio Stalin. Asimismo, según parece, algunos de quienes rodeaban al líder y estaban bien situados en la línea sucesoria (como Beria, Kruschev, Malenkov o Bulganin) no tuvieron excesiva prisa en asegurarse de que recibiera asistencia sanitaria.

En el prefacio de la obra, los autores - Fabien Nury (guión) y Thierry Robin (dibujo)- advierten de que apenas han tenido que forzar la imaginación. Aseguran que han sido incapaces de inventar nada remotamente parecido a la furiosa locura de Stalin y su entorno. Aunque algo sí han inventado. La novela está inspirada (sólo inspirada) en hechos reales. Está fundamentalmente basada en lo que de verdad sucedió. Sin embargo, los autores se permiten algunas licencias históricas -convenientemente aclarada en las páginas finales- que engrasan y dan intensidad narrativa al relato.