El ser humano, en su complejidad, necesita los paradigmas para poder moverse con un cierto orden por la vida. Un paradigma no es mas que un mapa mental de nuestro entorno, es decir, tenemos una idea de cómo es y se desarrolla nuestro entorno, ya sea en lo personal, en lo cultural, en lo social o en lo político.

Si aceptamos la existencia de paradigmas en nuestra vida, igual que aceptamos axiomas y teoremas en las ciencias empíricas, no tendremos más remedio que aceptar que, en primer lugar, nuestro paradigma bien puede ser diferente del de nuestro vecino y que, además, este mapa mental que tenemos puede no ser exacto. La realidad diferirá en muchos aspectos de nuestro paradigma. Esto no significa que no podemos movernos por la vida, sino que nos movemos por aproximación; con todos los problemas que esto acarrea.

Es decir, el mapa de Juan de la Cosa, obviamente no era exacto pero describía con una cierta aproximación mares y territorios. Sin embargo, navegamos por los océanos y emprendimos expediciones basándonos en el criterio de aquel mapa. Hoy nadie lo haría, pero entonces era lo que había y funcionó.

El Partido Socialista, lo de obrero y español se lo ahorro porque no está el día para chistes, y toda la izquierda española, así como los partidos nacionalistas tienen un paradigma de lo que es España y de lo que debería ser y este paradigma está anclado, como el mapa de Juan de la Cosa, en grandes generalizaciones, en incorrecciones fruto del desconocimiento y en atavismos debidos a la mitificación.

Es fruto de la mitificación la creencia de que sólo se puede ser progresista siendo de izquierdas. Creencia que evidentemente es refutada por la realidad histórica del fracaso del socialismo tanto en su intento de lograr el bienestar económico general, como en el de garantizar un régimen de seguridad jurídica y libertades individuales. La realidad de lo que fué la Unión Soviética y de lo que todavía hoy son China, Corea del Norte y Cuba habla por sí sola; un fracaso en lo económico, un desastre en lo humano y un retraso considerable en los aspectos más básicos del progreso social.

Es fruto de la incorrección, humana y políticamente hablando, mantener paradigmas marxistas clásicos en la teoría y para la galería, mientras que la política económica que practica tanto el ministro de industria como el de fomento y la propia presidencia del gobierno no es otra cosa que simple y llanamente capitalista. Mas aún cuando ni siquiera ya es una política nacional, sino globalizada y sujeta al Tratado de Lisboa, que desde luego, y le pese a quien le pese se sitúa dentro de las reglas de la economía de libre mercado.

Otra cosa diferente es usar una retórica socialista para encandilar a votantes poco avisados. Y diferente también es pasearse arriba y abajo cantando la internacional y luego jugar al dola, tela, catola para ver con quién formo coalición.

Un atavismo de la izquierda absolutamente enraizado en sus paradigmas es la idea de que Ceuta y Melilla no son equiparables al resto del territorio nacional. En ese paradigma, desarrollado en un libro por el Sr Colón de Carvajal, destacado militante del partido Socialista, Ceuta y Melilla son restos de la España colonial que antes o después habrá que devolver a Marruecos. Eso es, evidentemente, lo que requiere el manual del buen progresista, pero no lo que pide a gritos la conciencia política de un español de izquierdas, o de un español de derechas, o de un español de centro que tengan sentido común, o simplemente conciencia colectiva de ser españoles.

Tal vez el manual de lo políticamente correcto, según el pensamiento de este partido socialista, venga motivado por la voluntad del Sultán de Marruecos, que puede permitir el paso a las hordas salafistas, invadir las dos ciudades y provocar una riada de inmigrantes magrebíes en el territorio nacional.

También puede ocurrir que Marruecos tenga un paradigma diferente de lo que es España, paradigma que conocemos gracias a una fotografía tomada en un viaje de Rodríguez Zapatero a Marruecos; en la foto, Zapatero posaba junto al Rey Mohamed VI junto a un enorme mural que incluía en territorio marroquí, no sólo Ceuta y Melilla, sino las Canarias y gran parte de Andalucía.

El señor Mohamed VI siempre ha sido muy concreto, conocemos su política, sus ardides, su idea de la libertad y de los derechos civiles; sabemos, por que nos lo ha dicho alto y claro, qué es lo que quiere y lo que está dispuesto a hacer para conseguirlo. El episodio de Perejil, la utilización de la emigración, la predicación radical desde algunas mezquitas y la amenaza directa a las dos ciudades españolas, y europeas también no lo olvidemos, hablan con un lenguaje directo y sin claroscuros.

Yo me pregunto cuál será el paradigma de nuestro gobierno sobre Ceuta y Melilla, será el de Colón de Carvajal o el del Rey de Marruecos; no sé, es un misterio. Nuestro Gobierno no sabe, no contesta; lo cual es más grave porque habitualmente el que calla otorga.