Sea cual sea el fondo, es evidente que estamos cada vez más cerca. Ya nadie duda, y después del último debate parlamentario mucho menos, que el gobierno no tiene la más mínima oportunidad de solucionar esta crisis. No es que no quiera, es simplemente, que no tiene la menor idea de cómo hacerlo, y dando el caso por perdido, lo único que intenta es parchear aquí y allí y llegar a las elecciones con el menor número de daños posibles.

Un viejo cuento persa relata la historia de un ladrón de caballos que, cogido in fraganti, fue llevado a presencia del emir quien lo condenó a muerte . Como la ley permitía una última gracia antes de ejecutar la condena, el emir le preguntó al reo cuál era su último deseo y el ladrón de caballos, pensando un momento, le contestó que lo único que deseaba era un año más de vida para enseñar a hablar al caballo favorito del emir; si al cabo de este tiempo el animal aprendía a hablar se le dejaría en libertad. Si, por el contrario, no lo lograba, sería inmediatamente sometido a la más horrible de las torturas para ser, seguidamente, ejecutado del modo más infamante.

El emir, asombrado por el descaro del ladrón de caballos, aceptó el trato y el ladrón fue puesto entre rejas. Todas las mañanas salía al patio de la cárcel y, allí, rodeado por los carceleros, se esforzaba afanosamente en enseñar a hablar al caballo del emir, Uno de sus guardianes, le preguntó un día si no era consciente de la inutilidad de su esfuerzo. Y el ladrón le dijo: “el tiempo desgrana sus arenas para todos por igual. Puede ocurrir que en un año muera yo; puede ocurrir que muera el emir; o quizá el caballo hable”.

El presidente Zapatero me recuerda al ladrón del cuento esperando que el paso del tiempo le ofrezca una salida airosa a la situación, pero a diferencia de este midrash que les he relatado, la realidad es muy diferente de la fantasía. Los hechos son los hechos y no son opinables.

La situación actual requiere que muy diversos sectores de la sociedad reflexionen sobre el tipo de país que queremos legar a nuestros hijos. Necesitamos un liderazgo que nos haga mirar hacia atrás sin ira y hacia el futuro sin miedo. Necesitamos líderes que le devuelvan a la política la limpieza imprescindible para devolverle a la sociedad española la necesaria confianza en sí misma. Necesitamos apoyarnos en aquello que nos une y nos hace grandes y no en lo que nos separa y nos convierte en mezquinos e insolidarios.

La crisis que vive España, a diferencia de la que se vive en el resto del mundo, pone en tela de juicio los fundamentos del sistema democrático y esto es así, por los siguientes motivos:

En primer lugar la actitud ausente del gobierno, cuando no claramente irresponsable negando la crisis, retrasando medidas necesarias, manipulando los resortes constitucionales para sus fines partidistas y eliminando la división de poderes de forma que el partido y el estado han llegado a confundirse; han eliminado la confianza del ciudadano en el sistema privándole de legitimidad.

En definitiva han socavado uno de los principios básicos del sistema democrático. No se trata de que todos los políticos sean iguales, sino que al ciudadano se lo parecen porque las bases que legitimaban el sistema han sido corrompidas por la política del Partido Socialista Obrero Español que ha seguido su actual equipo dirigente.

Es decir, el ciudadano no confía en la justicia porque ha visto cómo el gobierno manipula e influye en la fiscalía, porque ha visto cómo el gobierno presiona a jueces y magistrados, porque ha visto cómo el gobierno con su actitud sectaria no ha tomado medidas políticas para impedir los efectos que legislaciones arbitrarias sobre maltrato a mujeres, sobre menores, sobre la disciplina en las aulas y tantas otras han tenido en los propios jueces y magistrados.

El ciudadano no confía en la efectividad policial cuando con sus propios ojos ve como delincuentes entran por una puerta y salen con facilidad por otra. O cuando ve cómo se investigan determinadas causas con mayor celo que otras.

El ciudadano desconfía de sus políticos cuando comprueba los juicios paralelos promovidos en los medios de comunicación adictos al gobierno. Cuando ve cómo se utilizan medios públicos para denigrar al contrario.

La sociedad ve ya, casi anestesiada, cómo el tribunal constitucional no es capaz debido a las presiones políticas descaradas del ejecutivo, de emitir una sentencia, cualquier sentencia en relación con el estatuto catalán.

En segundo lugar la debilidad absoluta de la sociedad civil en España, cuya actividad ha sido absorbida por los partidos políticos sin dejar ni el más leve resquicio para la actividad y el crecimiento eficaz de asociaciones de ciudadanos, de consumidores, de vecinos, de todo tipo de colectivos sociales y cívicos.

La sociedad civil ha sido consumida por la utilización partidista y electoral; ha sido mastectomizada por la presión de los partidos políticos en esas organizaciones, privándolas por tanto, de la independencia necesaria para plantear reivindicaciones al margen de los partidos. Lo que no significa, en absoluto, al margen del sistema o de la constitución. Más bien al contrario implica fortalecer el músculo asociativo para apoyar otras opiniones que no dependan de un puesto en una lista electoral.

En tercer lugar es imprescindible retomar las riendas de un sistema educativo ineficaz y obsoleto en el que se invierten millones de euros anualmente en cada presupuesto y que cada año ofrece peores resultados globales. Ya no se trata sólo de en qué idioma aprendemos y que lo que aprendamos sea coherente con la realidad histórica, política y científica de este país llamado España; no Iberia, ni Al Andalus, ni cualquier otra gilipollez que se le haya ocurrido al politicastro de turno. Sino de que nuestros hijos sean capaces de entender lo que leen, de escribir comprensiblemente o de ser capaces de tener un mínimo juicio crítico.

Por último se trata de recuperar nuestro lugar, ni mayor ni menor, sino el que nos corresponde con arreglo a nuestra población, nuestra importancia económica, geoestratégica y cultural. Que nuestros intereses como nación, más allá del Tratado de Lisboa, sean escuchados y respetados y, llegado el caso defendidos.

Los gobiernos socialistas tanto en la etapa de Felipe González, como en la de Zapatero, nos han abocado en las dos ocasiones en que han tenido tiempo de gobernar por largos períodos a situaciones con resultados idénticos: crecimiento salvaje del paro, descomposición moral y política, menoscabo de las instituciones a favor del ejecutivo, crisis económica con pérdidas importantes de derechos sociales y reducción importante de las expectativas de las clases medias y más desfavorecidas, falta de respeto internacional por los intereses de España y pérdida de protagonismo internacional.

La situación actual requiere que pensemos, y sobre todo la oposición, qué España queremos. Es el momento de la grandeza, es el momento para líderes con visión y que sepan crear expectativas y aunar voluntades, que nos hagan sentirnos orgullosos de lo que fuimos y de lo que podemos llegar a ser.

Es tiempo de decisiones trascendentales que determinarán nuestro futuro, los españoles no sólo tenemos derecho, sino que exigimos que nuestros líderes estén a la altura de la situación histórica que vivimos. O tal vez el caballo hable.