Son las doce de la mañana y el The Casino at The Empire, en la céntrica plaza londinense de Leicester Square, bulle de actividad. En torno a sus mesas, trescientos jugadores disputan la primera jornada de uno de los eventos de las World Series of Poker Europe que organiza Betfair. Los hay que toda clase y condición: imberbes raperos, abuelos con bastón en ristre, negros con el pelo a lo afro...
A su alrededor, un grupo de jovencitas vestidas de blanco inmaculado pulula dando masajes a aquellos jugadores que lo solicitan. Y es que en una prueba de estas características, que puede durar ocho o diez horas, hasta los más preparados acaban por pagar un importante tributo tanto físico como psicológico. Sobre todo psicológico.
Albert Fontanillas, comercial de banca de 29 años que el día anterior ha disputado la gran final de las series europeas para aficionados -en las que un treintañero griego ha ganado un millón de dólares- ha permanecido cinco horas en la mesa de juego. Al acabar, confiesa estar “mentalmente agotado”. No es para menos.
Durante la partida, ha tenido que hacer un ejercicio extraordinario de concentración y autocontrol para disimular cualquier emoción y no ofrecer ni una sola pista a sus contrincantes, pues en el póquer es fundamental mantener siempre el mismo gesto, se ganen cien euros o se pierdan quinientos.
Para conseguirlo, cada cual tiene su método. Los hay que escuchan música; otros prefieren esconderse tras el gesto duro que otorgan unas curvadas gafas de sol y un gorra; otros hacen gala de una verborrea incontenible como si con ella lograran dar salida a sus nervios...
Con todo, conservar el control no es fácil. Una partida de póquer es una guerra de nervios en la que pueden pasar diez o doce manos sin que nada suceda. Sin embargo, como les sucede a los porteros de fútbol de los grandes equipos que sólo intervienen un par de veces por partido, hay que estar concentrado y preparado para actuar cuando sea preciso.
Cuando las fichas empiezan a acumularse sobre el tapete y las apuestas suben como la espuma llega el momento de templar los nervios y gestionar la presión. Cada jugador debe saber jugar no sólo con sus cartas, sino también, como dice Fontanillas, intuir las de sus adversarios. Por paradójico que parezca, “lo más difícil es saber decir no, porque ir es fácil”, concluye Fontanillas.
Eventos como el de Londres son extraordinarios. Sólo una minoría tiene plaza fija garantizada. El resto debe ganársela tras un tortuoso camino de partidas satélite, muchas en internet, donde se ganan la vida los “jornaleros” de este deporte.
Eso sí, una vez dentro, las opciones de lograr un premio son elevadas, pues el mejor 10% de los competidores tienen derecho a recompensa. El ganador, de hecho, puede sacar una gran “tajada”. En 2006, el triunfador de una de estas competiciones obtuvo 12 millones de dólares.